José García Domínguez - PUNTO DE FUGA

¿Cómo hemos llegado a esto?

Al final, acabamos enchufando a una, diez, cincuenta Moliner en cada flamante chiringuito de la Generalitat restaurada

A la espera de que esa tan locuaz y creativa asalariada de la Generalitat, la señora Moliner, se anime de una vez a defecar en directo ante las cámaras de TV3, y no simbólicamente como ya procede a diario sino en sentido literal, acaso convendría que tratásemos de entender cómo ha sido posible que hayamos llegado a esto. Y no me refiero solo a la caja tonta de los nacionalistas y su muy obscena patrimonialización al servicio de la causa, sino, más en general, a la definitiva incapacidad de la Cataluña contemporánea para crear una administración pública profesional, independiente y dotada de una mínima, elemental seriedad. Y es que si a algo se ha acabado pareciendo la novísima función pública autónoma en su apenas encubierto clientelismo partidista es a la tal Moliner, solícito bufón siempre pugnando por agradar al poder político que le procura el sustento.

Íbamos a ser como Suecia, pese al resabiado escepticismo de un Josep Pla que conocía demasiado bien al país y al paisanaje, pero, al final, acabamos enchufando a una, diez, cincuenta Moliner en cada flamante chiringuito de la Generalitat restaurada. Íbamos a demostrar al mundo que Cataluña era una cuña del más eficiente rigorismo meritocrático, los inopinados calvinistas del Sur en medio de la bulliciosa charanga mediterránea, y terminamos confundiendo a Max Weber con Manolita Chen. Esa zafia cómica arrabalera, Moliner, es la deformación grotesca del gran sueño catalanista reflejado en los espejos cóncavos del remedo local del Callejón del Gato en que ha acabado deviniendo TV3. Cuenta Fukuyama que Prusia, el primer Estado en verdad moderno de Europa, alcanzó ese logro gracias a una dimensión cultural decisiva. Los Hohenzollern se hicieron calvinistas en el siglo XVI, lo que los enfrentó a la nobleza luterana. Esa fue la vía imprevista que puso fin al nepotismo secular en la administración prusiana, dotándola de autonomía frente al entorno más próximo. Allí importaron hugonotes extranjeros; aquí, en cambio, nos surtimos de agradadores y agradadoras locales. Hágalo, Moliner.

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