Oti Rodríguez Marchante - Barcelona al día

Clichés de otoño bajo un sol de verano

Todo es tan previsible y a la vez tan pretencioso de banal originalidad como una ensalada de la casa

Lo único que no es normal, natural y lógico es la fogatina envuelta en paño húmedo que nos cae encima todos los días de este septiembre que parece un mes sin «erre». Pero, lo demás, o sea la actualidad política y el mira lo que pienso y lo que digo, todo es tan previsible y a la vez tan pretencioso de banal originalidad como una ensalada de la casa. Qué hay de raro en que la Fiscalía general del Estado considere un desafío y un peligro la constante amenaza de los sectores independentistas del Parlamento catalán de saltarse el ordenamiento jurídico.

Y qué hay de raro, ante la multitud de pruebas de que lo han hecho, lo hacen y lo harán, en que les adviertan con oficial seriedad de que actuarán con toda su fuerza legal cuando tal cosa ocurra. Y qué hay de raro en que la doña del proceso, Pilar Rahola, considere y escriba que la Fiscalía, el Consejo general del Poder Judicial y el Tribunal Supremo deberían mirar a otro lado (porque, anda que no hay lados donde mirar) y dejar que el proceso secesionista siga tranquilamente su camino hacia ese lugar que sólo conoce y comprende la CUP, que tiene un planazo de independencia para el año que viene, cuyo manual de intenciones parece un monólogo del Club de la Comedia. Y qué hay de raro en que al ciudadano, con el paño hirviente y húmedo encima, con los problemones del otoño sin haberse ido la canícula, con los colegios aún cerrados y los chiquillos abiertos de par en par, no le dedique ni un cortado con hielo a intentar comprender la complejidad inane de nuestros políticos complejos e inanes, tanto a los que pelean como gallos para gobernar el país, como a los que pelean como perros para gobernar la chalupa hacia Ítaca.

Y qué de raro hay en que Raúl Romeva justifique su existencia abriendo más embajadas tras un estudio somero de su mapamundi (a la recién abierta en Lisboa acudieron tantas autoridades portuguesas al acto que hubo que poner a un «gorila» en la puerta). Qué de raro hay, pues, en que todo el mundo haya comenzado el curso en su sitio; ya habrá tiempo para que todos estos, y la caterva de listos, vayan colocándose en el lugar más propicio por lejos que esté de sus palabras y de sus actos.

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