Miquel Porta Perales
De chiste
Al igual que ocurre con el Barça, las cosas, en la Cataluña nacionalista, son más de lo que parece
Definitivamente, el “proceso” ha entrado en la fase del chiste. ¿Saben aquel que dice que el presidente de la Generalitat de Cataluña, aprovechando la muerte de Fidel Castro, desea que el pueblo cubano “pueda tener un futuro que sea el que el pueblo decida”? Al político catalán le pierde la analogía. Se le entiende todo. O sea: España es una dictadura y el pueblo catalán oprimido, como el cubano, tiene el “derecho a decidir”. Y dando la vara. Lo aprovechan todo. Nada nuevo bajo el sol de la estelada nacionalista. Otro chiste. ¿Saben aquel que dice que los Presupuestos de la Generalitat contemplan unas partidas para unas embajadas virtuales, una Hacienda que no recaudará y un referéndum que no se celebrara? El Régimen se supera a sí mismo.
Al igual que ocurre con el Barça, las cosas, en la Cataluña nacionalista, son más de lo que parece. El chiste, por ejemplo. El doctor Freud, en “El chiste y su relación con el inconsciente” (1905), lo define como una “provocación consciente y hábil de la comicidad” a través de un “juicio que juega” combinando palabras. Pero, en la Cataluña procesista, el chiste, en la estela psicoanalítica del médico vienés, es la expresión de un comportamiento narcisista que necesita reforzar el yo con el objeto de obtener alguna forma de satisfacción. Y el chiste es, también, un mecanismo defensivo.
Vale decir que el doctor Freud añadió que el chiste solo funciona cuando muestra habilidad e ingenio. Cuando resulta espontáneo y sorprende a la audiencia. Cuando es de los buenos, por decirlo en términos coloquiales. No es el caso que nos ocupa. Ni ingenioso, ni espontáneo, ni sorprendente. En este sentido, el chiste nacionalista casa con la definición ofrecida por la Real Academia Española: “dicho u ocurrencia” que “contiene un juego verbal o conceptual capaz de mover a risa”. Y sí, el chiste nacionalista catalán mueve a risa. Pero, ¿de quién se ríe el público? Uno tiene la impresión de que el nacionalismo catalán haría un buen papel en el Club de la Comedia.