Joan Carles Valero - Letras Expectativas
Caudillos de la igualdad
El discurso igualitario confunde y tiene trampa, al no suponer más que un reclamo de riqueza
Disfrutamos de una revolución del bienestar que históricamente nadie pone en duda, aunque ahora parezca que vivimos instalados en una suerte de rebelión del malestar. En este contexto de desasosiego, la igualdad es una palabra recurrente en las discusiones políticas. Hasta el punto de convertirse en la más pronunciada en los discursos, no solo de la izquierda, que hace patrimonio ideológico del término, sino también de la derecha e incluso entre los liberales.
Creemos a pies juntillas que una sociedad igualitaria siempre será mejor que una desigual, pero a juicio de Axel Kaiser, autor de “La tiranía de la igualdad” (Deusto), ese igualitarismo ramplón resulta más inmoral que la propia desigualdad y socava el progreso de nuestra sociedad. Porque el discurso igualitario confunde y tiene trampa, al no suponer más que un reclamo de riqueza. Todos quieren ser iguales, pero iguales al que tiene más, porque nadie quiere ser igual a los pobres.
Con el populismo que nos asalta por izquierda y derecha, crecen las ideas que nos dibujan como un solo pueblo en el que todos nos protegemos gracias a una autoridad que nos controla y guía en cualquier proceso. Siempre por el bien de todos. Este pensamiento que mantiene la supremacía de lo colectivo en detrimento de lo individual, es de inspiración tribal y solamente puede conducirnos al intervencionismo y a la tiranía en forma de nuevos caudillismos.
La verdadera igualdad debe garantizarse en las oportunidades de salida, para que ninguna razón impida avanzar individualmente en cualquier campo por falta de posibilidades económicas. Mejorar y ampliar la educación al alcance de todos debe ser objetivo prioritario. Sin embargo, en materia de Formación Profesional (FP) y Bachillerato existe un exceso de conformismo. En ambos itinerarios, la transición hacia el mundo real no está resuelta y por el camino se pierde la motivación.
La FP dual, que combina enseñanza en aulas y en empresas, es en muchos países del centro y norte de Europa, el puente de plata hacia el empleo. Pero en España la oferta educativa es la más desajustada de Europa en relación a la demanda del mercado laboral, tal y como denuncia Francisco Belil, presidente de la Fundación Princesa de Girona y vicepresidente de la Fundación Bertelsmann, institución ésta última que presentó ayer un estudio sobre la desigual distribución de las oportunidades sociales en Europa. Menos en sanidad, España suspende en el resto de dimensiones: pobreza, educación, empleo, cohesión social y no discriminación. Caldo de cultivo para el caudillismo.