Pablo Nuevo - Tribuna Abierta

Las dos Cataluñas y la ausencia del Estado

El Estado es la forma institucional de realización del bien común, lo que incluye la seguridad pública, la garantía de los derechos fundamentales

El empate en la asamblea de la CUP, que retrasa la posible investidura de Mas hasta la primera semana de 2016, es sumamente reveladora de la situación de Cataluña, más allá de las dudas sobre si el resultado es fruto de una división de opiniones que ha fracturado por mitad a la formación de extrema izquierda o ha habido algún amaño.

La diferencia de criterios en torno al apoyo a Artur Mas para que vuelva a ser Presidente de la Generalidad responde a motivos de carácter ideológico: en este sentido, si aquellos militantes de la CUP que consideran prioritaria la agenda “nacional” se mostraban partidarios de investir al todavía líder convergente, los militantes que conceden más importancia al eje izquierda derecha por el contrario insistían en el rechazo a la investidura de un Artur Mas que en 2010 se presentó como «business friendly» y al que hacen responsable de los recortes en los servicios públicos experimentados en los últimos años.

Por lo que ha trascendido de la asamblea, parece que la división que ha operado es la que se produce entre los miembros de la CUP procedentes de comarcas (de la Cataluña interior) y los procedentes de las áreas urbanas; y es que así, mientras que para los «cupaires» de la Cataluña interior la cuestión nacional es esencial, los de las zonas urbanas construyen su proyecto político desde la radicalidad izquierdista y anticapitalista.

Esto implica que en la militancia de la CUP se reproduce -con los matices propios de una formación antisistema- la fractura que se ha venido apreciando a escala catalana desde el inicio del «procés»: en la Cataluña interior, de carácter rural, es hegemónico el nacionalismo separatista, pero en la Cataluña urbana las formaciones nacionalistas no dejan de retroceder; cuestión distinta es que la infrarrepresentación de Barcelona en el Parlamento autonómico conlleve que esa hegemonía separatista en las zonas rurales se convierta en amplia mayoría parlamentaria.

Ahora bien, esta diferencia no es casualidad: la Cataluña interior, la zona con un mayor apoyo del separatismo, se caracteriza porque el Estado no está presente en ella desde hace lustros. Pero esto no es sólo motivo de preocupación, sino que debe mover a la reflexión y a la acción: si en el momento de máximo desprestigio de España y el Estado desaparecido, con la mayor crisis económica en mucho tiempo y tras cientos de millones gastados en propaganda por la Generalidad el separatismo no ha sido mayoritario, es evidente que una mayor presencia del Estado en la Cataluña interior ayudaría decididamente a revertir este proceso.

Y es que el Estado no es sólo un ente abstracto. El Estado es la forma institucional de realización del bien común, lo que incluye la seguridad pública, la garantía de los derechos fundamentales, la prestación de servicios públicos y sociales esenciales, etc. Sabemos que el Estado no sustituye a la sociedad, pero allá donde la sociedad en gran medida ha desconectado de España, la presencia estatal puede servir para que los ciudadanos de esos territorios vuelvan a tener conciencia de -y contacto con- la patria común.

Porque los números, también cuando se analiza una asamblea de la CUP, siguen mostrando que la presencia del Estado desinfla el separatismo.

Pablo Nuevo es abogado y profesor de Derecho Constitucional.

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