Antoni Fernández Teixidó - Tribuna Abierta

Una campaña deplorable

Deberíamos hablar de políticas concretas en relación a la salud, a la vivienda, a las pensiones, a la inmigración, a los derechos sociales, a los planteamientos fiscales

Actos, mítines, debates y entretenimientos varios jalonan rutinariamente la campaña electoral. Es este un lugar común, acostumbrados como estamos, pero en Catalunya ha superado el estándar habitual. En el resto de España tampoco ha resultado muy diferente.

No es un problema de indecisión de miles de nuestros conciudadanos a la hora de depositar el voto por un partido u otro como apuntan las encuestas. Se trata más bien de la insalvable dificultad de discernir en las propuestas políticas que se presentan, algún atisbo de veracidad y utilidad. ¿Quién ha discutido de ideas en Catalunya? ¿Qué reflejo programático han tenido los debates? ¿Qué política de alianzas suscribirán los candidatos para formar gobierno? No lo sabemos a ciencia cierta.

La trifulca discurre por otros caminos, las derechas, las izquierdas, el populismo, el nacional-populismo y siempre de fondo Catalunya y su Procés. Parecería que la política en España gira inevitablemente en torno a este último eje y así es. El artículo 155 de aplicación inmediata propuesto por PP, C's y Vox; autodeterminación y eventual pacto con el PSOE sugerido por ERC i JuntsxCat, y el PSOE hablando de diálogo y mirando hacia otro lado. Son los términos de un debate estéril que causa una profunda fatiga en un electorado, desconcertado, angustiado e indignado a partes iguales.

Deberíamos hablar de políticas concretas en relación a la salud, a la vivienda, a las pensiones, a la inmigración, a los derechos sociales, a los planteamientos fiscales, pero más allá del exabrupto y del dato o argumento efectista, hay escaso debate. Los políticos tienden a creer que la reflexión y argumentación sobre esas cuestiones esenciales, a juicio de todos, resultan incómodas, aburridas y distantes para el elector que finalmente deposita su papeleta de voto. De modo que, las abstracciones, generalizaciones, y simplificaciones más groseras nutren el relato político, y finalmente el voto es a un partido, a un candidato o a una idea, independientemente del eventual grado de plasmación de sus propuestas electorales.

Una campaña deplorable como la que hemos vivido, no muy distinta de otras vividas anteriormente, aleja indiscutiblemente la ciudadanía de la política, del compromiso y la esperanza cívica, y esta es una pésima noticia. De aquí a dos semanas empezará una nueva campaña electoral, y hago votos para que en el ámbito de los municipios y las autonomías los ciudadanos puedan acudir a las urnas más confiados, ilusionados y con las ideas claras. Me dicen que la esperanza es la última cosa que solemos perder.

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