Los bulos de la pseudohistoria de Cataluña, al descubierto
Historiadores y filólogos desmontan las teorías del Institut de Nova Història
No, Colón no era catalán. Ni Cervantes, que además de ilustre alcalaíno, tampoco era la misma persona que Shakespeare. Lo mismo ocurre con Francis Drake, Velázquez, Marco Polo, Américo Vespucio, santa Teresa de Jesús o Lope de Vega, por citar sólo unos pocos de los fichajes del Institut de Nova Història para la muy estelar y asombrosamente increíble alineación de la neohistoria catalana. ¿Y el «Quijote»? Veamos: sí, en el texto original encontramos lo que un lector contemporáneo podría identificar como supuestas catalanadas («cavallero», «tornar, «ánima», «fenestras» o «monstro», entre otras), pero un análisis elemental confirma que todas esas palabras, igual que «tremolar» o «convidar», formaban parte del léxico de la lengua castellana en la época de Cervantes .
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«Los autores de la Nova Història se aprovechan de los parecidos que presentan el léxico catalán y castellano en los siglos XVI y XVII, puesto que son dos idiomas hermanos que provienen del latín y no contaban aún con el alto grado de normativización y diferenciación que han adquirido en los siglos posteriores», escribe el filólogo Guillem Fornés en « Desmontando la teoría del Siglo de Oro castellano escrito en catalán », uno de los capítulos más jugosos de «Pseudohistoria contra Catalunya. De l’espanyolisme a la Nova Història» (Eumo Editorial), primer esfuerzo serio por rebatir desde un plano académico las tesis cada vez más extravagantes del Institut de Nova Història y los acólitos de Jordi Bilbeny.
Esfuerzo académico
El libro, impulsado por los doctores en Historia Vicent Baydal y Cristian Palomo, arremete también contra lo que califican de tergiversación de cierta historiografía españolista para diluir, cuando ya no negar, el peso y la importancia de los condados catalanes y el principado de Cataluña entre los siglos XII y XVIII, pero centra buena parte de sus esfuerzos, más de tres cuartas partes del libro, en desnudar las flagrantes manipulaciones históricas de Bilbeny y sus socios.
La lista, pasen y lean, es interminable. A saber: castellano, portugués, francés e italiano no son hijas directas del latín, sino del catalán; la Reconquista fue obra de catalanes ; Cristóbal Colón se llamaba en realidad Joan Colom i Bertran; la bandera de Estados Unidos proviene de la senyera; todas las obras del periodo dorado de la literatura castellana entre los siglos XVI y XVII fueron escritas en catalán…
¿Más? Sigamos. El catalán fue la lengua mayoritaria en Hispanoamérica después de que, claro, los catalanes descubriesen América; la sardana tiene línea directa con los aquelarres de brujas... Y luego está esa lista de héroes nacionales, todos catalanes, en la que caben El Cid, los hermanos Pinzón, Garcilaso de la Vega, Lope de Vega, Fernando de Rojas, San Ignacio de Loyola, santa Teresa de Jesús, el Greco, el Bosco… Tan colosal e inverosímil colección de hazañas no debería ser demasiado difícil de refutar, pero han hecho falta años y titulares cada vez más llamativos para que alguien se haya animado a entrar en el cuerpo a cuerpo.
El propio Baydal apunta en el libro que si no lo habían hecho antes es precisamente porque los planteamientos del Institut de Nova Història resultan «tan bestiales, alocados y fuera de lugar» que nunca hubiesen pensado que llegarían a obtener «el reconocimiento y la legitimidad que muchos ciudadanos les han otorgado». Además, añade el catedrático, es una labor « penosa e improductiva » dedicar parte de su tiempo de investigación a refutar «las terribles deficiencias y prácticas de engaño de estas personas».
« Pseudohistèria contra Catalunya . De l’espanyolisme a la Nova Història» nace, pues, como respuesta a la bula y al espíritu acrítico con el que desde ciertos sectores se han jaleado las teorías terraplanistas del balbenyismo. Máxime después de ver cómo el trabajo de un grupo de personas «sin ningún tipo de formación historiográfica y con un menosprecio total por la comunidad académica» ha recibido el apoyo de instituciones y personalidades relevantes. Ahí están, por ejemplo, Josep-Lluís Carod Rovira, Salvador Cardús, Josep Rulll, Patricia Gabancho, Antonio Baños, Enric Vila, Hèctor López Bofill, Joan Canadell, los Ayuntamientos de Arenys de Mar y Montblanc y la Diputación de Girona, nombres y entidades que, destaca Baydal, han dado crédito o apoyado (o ambas cosas) esta neohistoria.
El papel de TV3
Faltan en la lista destacados políticos como Jordi Puigneró, conseller de Políticas Digitales y Administraciones Públicas y firmante de un documento del Institut de Nova Història que abonaba la tesis de la conquista catalana de América, pero no se olvidan los autores del libro de recordar el papel capital que en la difusión de estas teorías ha jugado TV3 con la emisión de los documentales «Desmuntant Leonardo», sobre el origen catalán de Leonardo da Vinci; «L’enigma Cervantes»; «L’apropiació del descobriment d’Amèrica: una conspiració d’Estat?»; y «Colom i la casa reial catalana».
En el capítulo dedicado a la difusión de la pseudohistòria, el antropólogo Cèsar Sànchez recuerda que Víctor Cucurull, uno de los miembros del Institut de Nova Història, utilizó su puesto en el secretariado de la Assamblea Nacional Catalana (ANC) para «difundir sus teorías entre los socios de una entidad que cuenta con decenas de miles de asociados». Y a su vez, añade Sànchez, webs «unionistas» como Somatemps y Dolça Catalunya aprovechan las intervenciones de Cucurull para «difundir la pseudohistoria del españolismo e identificar el discurso del INH como el del conjunto del independentismo».
En cualquier caso, los autores del libro, cuya nómina de colaboradores completan Xevi Camprubí, Stefano M.Cingolani, Guillem Fornés, Albert Velasco y Lluís Ferran Toledano, aprovechan para dejar en evidencia el método «expresamente confusionista» que utilizan el INH y que en el mundo anglosajón se conoce como cherry picking. O, lo que es lo mismo, mostrar los datos que refuerzan una posición y esconder todo aquello que la contradiga. Y no hay duda que de eso Bilbeny y los suyos saben un trecho largo