Bruselas requiere coherencia

No sólo me acabo de estrenar como diputada en Bruselas. Me acabo de estrenar en mi primer cargo público. Lo que se llama “meterse en harina” y desde el molino más elevado posible. En este territorio donde aún tengo tanto que explorar acontecen hechos que tendré el placer de compartir en sucesivos artículos en este periódico que están leyendo. Hoy les contaré un par de experiencias sabrosas. Una reciente y otra sucedida poco antes de mi llegada. La primera seguro que la conocen: esta semana Ramón Tremosa, eurodiputado de CDC, se ha apuntado un tanto (así se lo ha atribuido por lo menos la prensa nacionalista catalana ) al asegurar que, debido a su enmienda, el Parlamento Europeo ha ordenado investigar la presencia de exministros en los consejos de administración de las grandes empresas energéticas. Eso que conocemos como “puertas giratorias”. La intención aparente es meter el dedo en ojo a los partidos “españoles”. Pero hay suficientes cadáveres en el armario de su propia casa, como el de David Madí, antiguo secretario de Comunicación de la Generalitat, nombrado presidente del Consejo Asesor de Endesa en Cataluña, para ser más modesto. La segunda sí es realmente sorprendente. Una intervención de Ernest Maragall reunido en noviembre con la Comisión de Cultura y Educación abogando por consensuar un relato histórico que pueda enseñarse en las escuelas y que posibilite la integración de todos los países europeos en una identidad común. Una propuesta urgente, indispensable y noble. Pero por desgracia en las antípodas de lo que están pidiendo los nacionalistas como él para España. Esa Europa tendría con ellos un bonito tejado pero pilares de arcilla. Qué ironía.

Teresa Giménez Barbat es eurodiputada