¡Basta ya!

Las elecciones generales muestran que la conexión entre Cataluña y España persiste. El independentismo ha perdido –en votos y escaños- las elecciones. Más: el resultado del 20-D –con una buena participación, por cierto- es peor que el de hace cuatro años. Y –en comparación con las autonómicas de septiembre- Junts pel Sí se ha dejado más de medio millón de votos por el camino. Por lo demás, ERC ya ha sobrepasado a Convergència en votos y escaños. A ello, cabe añadir que Artur Mas ha salido tremendamente debilitado. De hecho, Artur Mas –de fracaso en fracaso hasta el precipicio final- ha devenido una auténtica rémora para el “proceso”. La CUP –obsesionada como está por ampliar la base independentista-, ¿investirá a un Artur Mas que se ha convertido en un lastre que, en lugar de multiplicar, resta día a día? ¿Resistirá la CUP la tentación de ir a nuevas elecciones autonómicas en las que podría alcanzar un mejor resultado? ¿Hay alguien ahí interesado en salvar a Artur Mas y a la vieja o nueva Convergència que se está diseñando después del fiasco? Prosigo. ¡Qué patética la imagen de un nacionalismo catalán que, o bien recurre ahora al inexistente “derecho a decidir” de los podemitas, o bien pide la “reanudación irrevocable” del proceso para aprovechar que “en frente no hay nadie” como consecuencia –temporal- de los comicios generales, o bien sostiene que aquí no ha pasado nada y hay que seguir con el “proceso constituyente”!

Así las cosas, la ciudadanía se merece que, del seno del bloque independentista, surja algún político sincero que se atreva a reconocer la realidad. Verbigracia: que el “proceso” es inviable e indeseable por falta de apoyo social, político, legal e internacional. ¿Qué tal si nos dicen la verdad? ¡Basta ya! ¡Prou! Hay que evitar que la fantasía nacionalista de la Cataluña rica y plena se transforme en una Cataluña pobre y dividida. Y que la frustración que se derive del fracaso de esa ficción inducida que es el “proceso” no se transforme en resentimiento.