Alberto Fernández - Tribuna abierta
Barcelona un año después
Colau en campaña hacia gala de escuchar la voz de la gente, pero un año después lo de escuchar a los vecinos se ha reducido a un simple eslógan publicitario
Les propongo poner en práctica un ejercicio, busquen en internet la palabra ‘Barcelona’ vinculada a las últimas noticias de actualidad sobre la ciudad. Ahora hagan un repaso a los principales titulares, encontraremos noticias como: tercer día de huelga en el metro, Ayuntamiento quiere comprar sin éxito el local ocupado Banco Expropiado o el equipo de gobierno pretende cambiar el nombre del Salón de Plenos para convertirlo en Republicano. Sin duda, con este primer repaso podemos hacernos una idea de lo que ha representado para Barcelona el primer año de Ada Colau como alcaldesa.
Una alcaldesa que recurre, como tantos otros de su entorno ideológico en otras ciudades de España, a la gesticulación únicamente para tapar sus propias carencias de gobierno. ¿Recuerdan que Colau empezó el mandato con dos fotografías? La primera, la nueva alcaldesa subida en el metro como una barcelonesa más, para luego no bajarse de los coches oficiales que prometieron suprimir; la segunda paralizando desahucios, pero lamentablemente un año después los desahucios siguen siendo una realidad en nuestra ciudad, y además también se promueven desde el propio gobierno municipal en viviendas sociales del Ayuntamiento de Barcelona.
Recordemos que en campaña municipal la alcaldesa calificaba a los socialistas como la mafia barcelonesa y el régimen. Tan solo un año después, el PSC de la mano de Jaume Collboni pacta con Colau para formar un nuevo gobierno inestable y en minoría. Un acuerdo basado más en un simple reparto de cargos.
Colau en campaña hacia gala de escuchar la voz de la gente, pero un año después lo de escuchar a los vecinos se ha reducido a un simple eslógan publicitario, únicamente ha tenido en cuenta aquellas entidades ideológicamente afines a su gobierno o familiares cercanos que se han visto favorecidos por la ‘privatización’ de la participación ciudadana por ejemplo.
Lamentablemente la Barcelona abierta que promovía Colau es la del revisionismo y revanchismo, que es condescendiente con el proceso independentista, la del rencor y la vuelta al pasado con sus gestos. No puede ser que en 365 días de gobierno municipal se recuerde más a Colau por sus decisiones controvertidas que por las acertadas, una alcaldesa que ha sustituido el escrache por el escarnio, promoviendo políticas de gestos estériles y confrontación, contra instituciones como la Corona, las Fuerzas Armadas, la Iglesia católica o la Policía.
Pero lo peor es cuando la alcaldesa interviene en las cuestiones de ciudad, lejos de resolver los problemas, los agrava: la vaga de metro, la violencia de los manteros, el desorden del turismo, los pisos turísticos, los conflictos con los okupas. Una larga lista de despropósitos que todavía puede ampliarse en los próximos 3 años de mandato que aún quedan por delante.
Alberto Fernández es presidente del grupo municipal del PP en Barcelona.