Carina Mejías - Tribuna Abierta
La Barcelona de las contradicciones
Los turistas son una molestia que invade el espacio público, pero los manteros actúan con total impunidad, ante la impotencia de los comerciantes
Barcelona ha dejado de ser la ciudad de los prodigios, en la que de forma brillante, Mendoza narraba las historias de la memoria colectiva de una ciudad que pasó del retraso provinciano a ser considerada una de las más importantes de Europa. Si hoy alguien quisiera hacer esa crónica, debería describir una Barcelona paralizada, ansiosa porque alguien le quite el freno de mano con el que el nuevo gobierno municipal la ha inmovilizado, alejando la idea de una ciudad de progreso para convertirla en un particular laboratorio de populismo social que ya se sabe fracasado.
Pronto hará un año desde que el nuevo gobierno llegó al ayuntamiento. Hemos escuchado grandes titulares de proyectos huecos; ni la desigualdad ni la pobreza han menguado, los desahucios se siguen produciendo y se ha iniciado una particular cruzada en contra del turismo, que es una de las principales actividades económicas de la ciudad. Si el paro era un grave problema, la prohibición de los hoteles ha supuesto perder un 70% de inversiones y la expectativa de crear cientos de puesto de trabajo. Los apartamentos turísticos eran la fuente de las quejas vecinales, pero en cambio proliferan los edificios okupados a los que pagamos el suministro eléctrico de nuestros impuestos. Los turistas son una molestia que invade el espacio público, pero los manteros actúan con total impunidad, ante la impotencia de los comerciantes que soportan desesperados por la competencia desleal y se les limita las horas de apertura comercial mientras el top manta cuelga el cartel de abierto las 24h.
Será el nuevo modelo de economía social y solidaria que Colau y Pisarello pretenden implantar en Barcelona, pero el comercio justo no tiene nada que ver con el que practican los manteros; las finanzas éticas no consisten en malgastar el superávit en pagar indemnizaciones pendientes y amortizar deuda; y la sostenibilidad ecológica requiere tomar medidas impopulares cuando aumenta la contaminación y no irse a París a hacerse la foto firmando un manifiesto. Barcelona no es hoy a ciudad de los prodigios, es la ciudad de las contradicciones. No es la ciudad de la ilusión, sino la del desánimo. Barcelona tiene que volver a ser el lugar de todos aquellos que en los últimos años han apostado por venir aquí a hacer realidad sus sueños.
Carina Mejías preside el Grupo Municipal de C's en Barcelona.