Jaume Collboni - Tribuna Abierta
Barcelona ante un año decisivo
Los barceloneses y barcelonesas tendremos en junio una nueva oportunidad para ponerle deberes a la política
Barcelona afronta un curso preelectoral, un año decisivo a juicio de algunos analistas y en cualquier caso un momento clave para definir el futuro de la ciudad y del país. Aún sin saber cuales serán todos los protagonistas de la contienda, porque Manuel Valls no ha confirmado definitivamente su participación y las presumibles primarias de Puigdemont están por concretar, todo parece indicar que las elecciones municipales en Cataluña dirimirán el marco político de los próximos años.
Lo que ocurra en Barcelona marcará la política catalana y pondrá sobre la mesa de debate la agenda social, los problemas de vivienda, la precariedad que afecta a los jóvenes, la gestión del turismo y la convivencia o aparcará todas estas cuestiones a la espera que una potencial solución de los conflictos que afectan la relación entre el Govern de la Generalitat y el Estado nos traiga las soluciones mágicas que el independentismo parece tener.
Las elecciones municipales van a tener dos ejes de debate y a la vista de los hechos todo hace indicar que son incompatibles. O votamos en función del debate identitario, por la conversión de Barcelona en la capital de una república inexistente y por la negación de los problemas reales, o votamos por recuperar una Sociedad del Bienestar, una gestión social y solidaria del municipio y una políticas a corto y a medio plazo que creen empleo, aseguren la vivienda y garanticen el civismo y la seguridad.
La experiencia del Govern de la Generalitat a lo largo de los últimos años nos permite predecir que uno y otro argumento no van de la mano. La brutal parálisis del Gobierno catalán solo se explica desde el punto de vista de la inoperancia, la falta de ideas y probablemente la comodidad de un discurso seductor pero inequívocamente falaz.
Los barceloneses y barcelonesas y en alguna medida todos los catalanes tendremos en junio una nueva oportunidad para ponerle deberes a la política y para marcar los objetivos que deben orientar el trabajo de nuestras instituciones. Los problemas que nos afectan no son teóricos ni beben de las fuentes de las creencias ciegas. Son evidentes: precariedad laboral, alquileres abusivos, conflictos de convivencia en los barrios, turismo mal gestionado; nada en definitiva que no forme parte de la batalla histórica entre las fuerza progresistas y conservadoras. Esa es la auténtica cuestión sobre la que deberemos pronunciarnos en las próximas elecciones.