José García Domínguez - PUNTO DE FUGA
El banquito de Puigdemont
En ese tedioso «coitus interruptus» que responde por República Catalana habrá bancos, aunque, eso sí, solo servirán para sentarse
En ese tedioso “coitus interruptus” que responde por República Catalana, la misma que se proclamará a no tardar dentro de los próximos siete u ocho siglos, habrá bancos; naturalmente que habrá bancos, aunque, eso sí, solo servirán para sentarse. De los otros, de los de verdad, mucho me temo que no quedará ninguno. Y he de admitir que quien me convenció de ello no fue ningún españolista furibundo, sino el mismísimo “Consell Assessor per a la Transició Nacional”. Yo no sé si el señor Puigdemont habrá dedicado alguna vez cinco minutos de su valioso tiempo a ojear los informes al respecto que, entre otros notables peritos económicos, redactó su propio cabeza de lista electoral por las comarcas de Tarragona, Germà Bel.
Puigdemont, que estos días anda el hombre fantaseando con un Banquito Central de Cataluña, debería leer lo que por escrito y en lenguaje accesible para los legos se le explicó en uno de aquellos informes, en concreto el octavo. Y es que, a decir de Bel y el resto de ilustres independentistas alfabetizados en materia financiera que en su día alumbraron esos papeles, la ruptura unilateral con el resto de España implicaría que los bancos locales "no tendrían acceso directo al crédito del BCE". Pero eso no sería todo, a juicio del mismo Bel y compañía, habría otra penalidad ulterior, a saber, que "los activos financieros emitidos en Cataluña no podrían ser utilizados como garantía bancaria de las operaciones de crédito del BCE". Consecuencia ello, alertaban los que algo saben, se produciría una inmediata “contracción interna del crédito” y un “encarecimiento” instantáneo del precio del dinero. Insisto, son juicios, en extremo sensatos por cierto, de los expertos de contrastada obediencia independentista seleccionados por la propia Generalitat con el encargo de legitimar la asonada contra el orden constitucional. Caro President, deje por un instante a Curzio Malaparte y su “Técnica del golpe de Estado” y eche una mirada a esos folios que le compuso el probo asesor Bel. Hágame caso, aprenderá.