Aquí se imprimen libros (que Colau no lee)
Los comunes, ERC y PSC dijeron no a la propuesta estatuaria de Cs justo cuando se cumplen 150 años de la primera edición facsímil del Quijote por López Fabra (1871)
El acueducto en que nos hallamos inmersos atraviesa dos fechas que repelen a nuestra alcaldesa: el Día de la Constitución (por lo del Régimen del 78) y el Día de la Purísima Concepción (por la tradición católica). Pese a esa antipatía que cursa, respectivamente, por desacreditar todo lo que se hizo en la Transición y ningunear las fiestas religiosas, seguro que nuestra alcaldesa disfruta estos días de sus ocios; no es un reproche, sino la celebración de que cuando ella descansa en su «gran paso adelante» -en acepción maoísta- los barceloneses respiramos más tranquilos.
Y si el ocio es el principio de toda psicología, advertía Nietzsche, nada mejor que volcarse en la lectura y practicar, con la información adquirida, una saludable autocrítica sobre las sandeces evacuadas en fechas precedentes.
La alcaldesa que rechazó una escultura de Don Quijote en la Barceloneta, la que obstaculiza la construcción del edificio del Hermitage en la dársena portuaria; la que, ante la sentencia del Supremo a favor de dedicar un 25 por ciento del horario lectivo al castellano, espeta que quien quiera estudiar en la lengua de Cervantes se vaya a una escuela privada debería leerse un libro de Carme Riera: 'El Quijote desde el nacionalismo catalán' (Destino). Publicado en 2005, Año del Libro y la Lectura que comisarió con solvencia Sergio Vila-Sanjuán, describe la inquina del catalanismo más racista hacia Alonso Quijano con motivo de la celebración del Tercer Centenario del Quijote. En 1906 el personaje de Cervantes concentraba para algunos todos los defectos de la España que había perdido el imperio colonial en 1898.
Pese a los afanes de la prensa nacionalista por desacreditar una cultura española que juzgaba varada en el casticismo y los ideales trasnochados, Barcelona, escenario de la segunda parte del Quijote, era la gran capital del cervantismo. Así lo vio Buenaventura Carles Aribau. En esa admiración se enmarca su 'Vida de Cervantes' y la edición en 1846 de las 'Obras de Cervantes' en la Biblioteca de Autores Españoles de su amigo Rivadeneira.
Acotación sobre Aribau que revela la falaz historiografía oficial: su 'Oda a la pàtria' de 1833, que el catalanismo sitúa como kilómetro cero de la Renaixença tuvo como primer título 'Oda al patró' pues la dedicó al cumpleaños de su benefactor, el banquero Gaspar de Remisa.
Aribau, aclara Carme Riera, «no volvió a reivindicar la lengua 'llemosina', así llama a la catalana, ni siquiera para la expansión íntima. Su interés por Cataluña se centró en la defensa del proteccionismo, como consta en su historia de la industria algodonera, y en labrarse un porvenir con menesteres más lucrativos, relacionados con la banca, la taquigrafía y las labores editoriales».
Los comunes, ERC y PSC -'Quo vadis', Collboni?- dijeron no a la propuesta estatuaria de Cs con la abstención de Junts per Catalunya justo cuando se cumplen 150 años de la primera edición facsímil del Quijote por López Fabra (1871), al que siguió en 1879 la 'Iconografía de Don Quijote'.
El cervantismo catalán consta con una larga nómina de adeptos que la académica enumera en ese utilísimo libro que nuestra alcaldesa debería leer. Reconsideraría, tal vez, la negativa municipal a ubicar una estatua del Quijote en el lugar donde lo defenestró el Caballero de la Blanca Luna: «Que allá 'quedó su ventura' en la playa de Barcino, frente al mar», escribió León Felipe, ¡autor de izquierdas! en el poema 'Vencidos' que musicó Serrat en 'Mediterráneo'.
Proseguimos con la lista cervantina. Rafael Vives, el librero barcelonés que agrupó en un solo volumen, año 1617, las dos partes del Quijote. Miquel dels Sants Oliver, Ramón Miquel y Planas, la Real Academia de Buenas Letras, Clemente Cortejón, Isidre Bonsoms (la mayor colección cervantina, 9.000 volúmenes, del mundo), los escultores Solà y Nobas, el ilustrador Pellicer, Coll y Vehí ('Los refranes del Quijote'), el doctor Pi i Molist ('Los primores del Quijote'), Carreras y Artau ('Filosofía de Derecho en el Quijote'), el bibliógrafo Leopoldo Rius, el impresor Octavio Viader con su Quijote de finas páginas de corcho; y, cómo no, Martín de Riquer o Francisco Rico.
La capital del libro hispanoamericano -seis de cada diez títulos en español se imprimen en Barcelona-, refugio en los sesenta y setenta de los escritores del 'boom', sigue secuestrada por un gobierno separatista que ignora al castellano y un consistorio que comete la «catetada -Iceta 'dixit'- de no fomentar esa ruta cervantina que transcurre por el Palau del Mar, la Facultad de Náutica que en el siglo XVII era la playa de Barcino, la casa de Cervantes de paseo Colón, 2, la calle Ancha donde el Caballero es agasajado por Antonio Moreno y la imprenta de Sebastián de Cormellas en el 14-16 de la calle del Call que visita don Quijote…
«Aquí se imprimen libros», anunciaba en el portal… Lástima que nuestra alcaldesa no los lea.