Antonio Robles - Tribuna abierta

¿Ultimátum a Sánchez, o el PSOE?

«Hay una larga tradición de discrepancias en el PSOE que suele salvarse con una llamada al orden»

Antonio Robles

¿Es razonable que un tipo que miente más que habla, que está dispuesto a balcanizar España, que acepta el lenguaje nacionalista y trafica con la soberanía de todos con tal de seguir en el poder, es razonable, repito, que nadie en el PSOE le pare los pies? ¿Es razonable que se arrodille ante la ideología más reaccionaria de Europa en nombre del diálogo, ceda ante el egoísmo de los territorios frente a la igualdad de los ciudadanos y, a la vez, hable de igualdad y libertad? ¿Es admisible que lo haga en nombre de un partido que ha luchado históricamente por lo contrario? ¿Es tolerable que no haya ningún barón territorial que se plante si persiste en el tráfico de nuestros derechos con los secesionistas?

Hay una larga tradición de discrepancias en el PSOE que suele salvarse con una llamada al orden. Ya lo dijo en pleno éxtasis electoral Alfonso Guerra: “quien se mueva, no sale en la foto”.

El ex presidente de Extremadura, Rodríguez Ibarra, solía ejercer de discrepante en temas nacionalistas. Hasta amortiguar un día después lo dicho, ante la llamada al orden. Alpiste para pardillos.

Mientras cierro este libro, PSOE, Juntas Podemos y ERC van de apareamiento para investir a Pedro Sánchez. El resto no ganamos para sustos. Nuestros Ibarras de hoy, Javier Lambán (presidente de Aragón), Guillermo Fernández Vara (presidente de Extremadura) y Emiliano García-Page (presidente de Castilla-la Mancha), largan cada dos por tres contra una coalición que pondría en riesgo a España como espacio del bien común. Pero en cuando llaman a arrebato, vuelven al redil con frases tan ridículas como la de Javier Lambán: “Si Pedro Sánchez me dice ven, lo dejo todo”. Son nuestros socialistas equidistantes que sueltan la lengua y se la envainan en función del cálculo electoral y la permanencia en el cargo. Pero el amor a España lo dejan en pura retórica. Más alpiste.

En el artículo anterior sobre el mismo tema (Sánchez ha de ser desafiado por el PSOE), les pedía que si su líder está dispuesto a seducir al separatismo a base de negar a España, ellos tenían en su mano los escaños suficientes para abortar los de ERC. Quizás haya llegado la hora de que Pedro Sánchez no dé por supuestos los votos de su propio partido, como no da los de ERC. Y deba ganárselos. Bastaría que la lealtad la deban a su patria antes que a su partido, y a su partido, antes que a un líder que lo está desmantelando. Al fin y al cabo, no es la primera vez que pasaría. En la legislatura de 2016, ocho diputados del PSOE y todos los del PSC rompieron la disciplina de partido y votaron no a Rajoy. El propio Pedro Sánchez dejó el Congreso para evitar pronunciarse. Y en 2013, todos los diputados del PSC (13) menos Carmen Chacón, que se ausentó para evitar romper la disciplina de voto, votaron a favor del “derecho a decidir” junto a nacionalistas y populistas y contra el PSOE.

Si realmente creen que su líder lleva a nuestro país al suicidio, deberían valorar a qué lealtad se deben y obrar en consecuencia. Sí a España o a sus enemigos. Basta con romper la disciplina de voto para evitar el desastre. Ahora bien, si todo su palabrerío es pura retórica, la discrepancia es postureo, equidistancia calculada, tráfico de votos, mero desahogo para salvar la fachada, pura estafa a los militantes. Aunque no a su narcisismo. Si no tienen conciencia, todo cuadra, si la tienen, son unos cobardes.

Y si todo eso es así, quizás haya que empezar a pensar, que el problema no es sólo Pedro Sánchez, sino el PSOE entero. De momento, en el manifiesto “La España que reúne”, ya han dado el paso adelante unos cuantos socialistas valientes.

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