Antonio Robles - Tribuna abierta

La peor contaminación es la de la mente

«Desde hace unas semanas estamos asistiendo a un ritual de sacralización del miedo al cambio climático con sus santos y dogmas»

Antonio Robles

Soy de pueblo. De un pueblo hermoso y humilde. La infancia me enseñó a ser austero y a aprovecharlo todo. Como cualquier niño, aprendí por imitación. Y más en los años cincuenta abandonado a privaciones de todo tipo, donde el esfuerzo y lo escaso lo aprecias con naturalidad. Incluso a convertir las carencias en oportunidades.

El ciclo vital de la agricultura de la que malvivíamos todos formaba parte de los ciclos de la naturaleza. Ecología inadvertida. La tracción del arado eran mulas y burros, sus excrementos, abono para el huerto, y su energía, hierba y cebada cosechada por el propio sistema. Ni insecticidas, ni desechos, ni basura, lo que no comían los cerdos, lo aprovechaban las gallinas. Hasta los perros y los gatos esperaban pacientes su oportunidad debajo de las mesas de sus amos.

Siempre me ha dolido este desperdicio consumista de latas y plásticos, no sólo por el gasto inútil de la energía y materia prima que se necesitan para producirlos, sino por ese uso estúpido de usar y tirar. Y para colmo, ensuciando campos, ríos, océanos, contaminándolo todo.

Cuando eres mayor aprendes costes y beneficios del uso del carbón, los hidrocarburos o de cualquier otro contaminante. Hasta los edificios feos, grises, de la revolución industrial, o del mal gusto de cualquier barrio actual, te dañan el alma.

No puedo estar más en contra de la insensibilidad medioambiental, ni más irritado por el uso religioso que se está haciendo de la tragedia del cambio climático. Desde hace unas semanas estamos asistiendo a un ritual de sacralización del miedo al cambio climático con sus santos y dogmas. La pequeña Greta Thumbert convertida en látigo de herejes y depravados, se traslada en catamarán como si el resto de utensilios y comodidades que la rodean desde la infancia no fueran causa también del ciclo productivo contaminante.

Ante esta ola de dogmatismo catastrófico, se le opone la ciencia en mayúsculas del joven Boyan Slat, creador de 'The Ocean Cleanup' y su sueño de limpiar los océanos con razones, voluntad y ciencia. El video que los compara es un contraste necesario ante el abuso de los medios de comunicación y el uso emocional del conocimiento y sus intereses. Una niña poseída por la revelación del apocalipsis, y un joven emprendedor empeñado en crear mecanismos para evitarlo.

En el pasado, la ignorancia ante los fenómenos de la naturaleza se cobraba miles de sacrificios humanos, hoy, en nombre de la ciencia y la contaminación, caemos de nuevo en rituales religiosos ante los que no se puede disentir so pena de ser fulminados por negacionistas. Quizás la peor de las contaminaciones sea la mediática, que infecta nuestras mentes y convierte una hipótesis en una religión.

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