Antonio Robles - Tribuna abierta
Pensamiento único
«Es evidente que el nacionalismo ha pervertido el lenguaje, la racionalidad, el principio de contradicción y todo cuanto es digno o merece aprecio»
Para los que a estas alturas de la política aún no se han enterado, Cataluña es el único lugar del mundo donde las contradicciones ideológicas no existen. Al menos para los nacionalistas. Al resto se les penalizan con rigor espartano.
Ya tenemos Mesa del Parlament con ERC, Junts y la CUP, presidida por Laura Borràs. Una bomba con espoleta retardada para activar de nuevo el victimismo. Borràs está imputada por corrupción. Si la inhabilitan en el transcurso de la legislatura, un mártir más. ¡Qué plastas y previsibles son! Y sectarios. La CUP, con 9 diputados, tendrá un representante en la Mesa y Vox, con 11, ninguno. Matonismo democrático.
A no tardar, también el mismo tripartito independentista para formar gobierno. Con dos pelotas. En el mismo mondongo los antisistema, anticapitalistas e independentistas de la CUP, la ¿izquierda? ‘indepe’ con tufo racista de ERC, y la derechona ‘indepe’ y clasista de Junts. Increíble. Hay más diferencia entre la CUP y Junts que entre el PP y PSOE. Sin embargo, esta opción viable para garantizar la cohesión de España es imposible, y la del tripartito ‘indepe’, para romperla por las bravas, resulta de lo más natural del mundo. Como dijera el obispo de Vic Josep Torras i Bages: «Cataluña será cristiana o no será». Podrían replicar sus herederos: «Cataluña será excluyente o no será».
Es evidente que el nacionalismo ha pervertido el lenguaje, la racionalidad, el principio de contradicción y todo cuanto es digno o merece aprecio. Como es evidente, tal obscenidad ha infectado toda forma de relacionarnos políticamente. No sólo en Cataluña, sino en toda España. Y si no calibren la vara de medir de su ley del embudo: Pedro Sánchez no recurrió a los tribunales en Cataluña para asegurar las elecciones por conveniencia; y recurre a los tribunales en Madrid para impedirlas, por conveniencia. En el primer caso confiaba en el efecto Illa y en el segundo teme el efecto Ayuso. Y en medio, Podemos oponiéndose a que su amado pueblo vote. Por conveniencia. Gañanes del tres al cuarto a los que pagamos como si fueran ministros.