Antonio Robles - Tribuna Abierta
La memoria selectiva de un miserable
«¿Acaso cree que la mayor derrota del PSOE en Madrid la tiene el que fuera primer presidente de la Comunidad con dos mayorías absolutas y tres mandatos consecutivos?»
Siempre sospechamos que la ley de memoria histórica era un arma para desenterrar la guerra civil, en lugar de honrar a los muertos injustamente olvidados. Algo olía a podrido cuando se ponía tanto empeño en desenterrar selectivamente la memoria de las víctimas de una guerra de hace ochenta años, mientras se empeñaban en enterrar cualquier recuerdo de las víctimas de ETA de ayer mismo. Y en olvidar que aún andan sueltos por nuestras calles sin juzgar los terroristas de más de trescientas personas asesinadas. Pero que, ahora, para desviar la atención de la mayor derrota del PSOE en la Comunidad de Madrid, Pedro Sánchez abra un expediente de expulsión a dos socialistas ejemplares como Joaquín Leguina y Nicolás Redondo, clama al cielo.
Ni siquiera la acusación de haber pedido el voto para Isabel Díaz Ayuso es cierta. Redondo lo ha desmentido con hechos inapelables: sólo recibió a la presidenta de Madrid en la asociación que preside, Alma Tecnológica; y Leguina ni siquiera se ha molestado en desmentirle. Sólo faltaría que ahora fueran ellos los responsables de un gobierno pactado en la cárcel con delincuentes. ¿O acaso cree que la mayor derrota del PSOE en Madrid la tiene el que fuera primer presidente de la Comunidad con dos mayorías absolutas y tres mandatos consecutivos, y no la coalición de mentirosos, populistas, secesionistas y filoetarras de su gobierno?
Es miserable desenterrar la sangre podrida de los muertos para envenenar la de los vivos, y al mismo tiempo enterrar la memoria viva de dos socialistas comprometidos con lo mejor de la historia del PSOE y, de paso, salpicar por contacto filial a iconos de la honradez, el compromiso social y la lealtad a España como el líder histórico de la UGT Nicolás Redondo. ¿Cómo se atreve? ¿Cuál es el límite de este miserable?
Si tuviera un mínimo de vergüenza y una gota de sangre roja y limpia en su corazón, jamás se hubiera atrevido a cuestionar al exlíder de los socialistas vascos que se jugó la vida durante décadas, para que ciudadanos como él tuvieran una Estado de Derecho, justicia social y paz.