Antoni Fernández Teixidó - Tribuna Abierta
La pulsión de la mediocridad
La impostura en la actual política catalana llega hasta el punto de que el vicepresidente Aragonés no se atreve a sustituir al presidente inhabilitado
Con la inhabilitación de Torra, se ha iniciado otra etapa en la penosa deriva del Procés que ha postrado a Cataluña en un caos político sin precedentes, comprobándose cabalmente, quan fantasiosas eran las promesas de antaño de los independentistas.
Tras la reciente inhabilitación, los catalanes no tenemos President y contamos con un Govern de mínimos, con escaso margen de maniobra y por supuesto, incapacitado para lidiar con los múltiples y agigantados problemas que aquejan a los ciudadanos. Un Govern gravemente afectado por la pulsión de la mediocridad.
La impostura en la actual política catalana llega hasta el punto de que el vicepresidente Aragonés no se atreve a sustituir al presidente inhabilitado. Por respeto, nos dicen, a la figura «derrocada» de Torra. ERC vuelve a dar pruebas fehacientes de un comportamiento errático y oportunista, prisionero de un simbolismo huero. Los lunes, miércoles y viernes pactismo aprincipista con el PSOE y su gobierno; los martes, jueves, sábados y domingos radicalidad independentista para impresionar al electorado. Es puro teatro, una de cal, otra de arena, aspavientos y gesticulaciones sin fin. Es el ADN republicano manifestado reiteradamente en sus noventa años de historia.
Probablemente, ustedes conocerán una parte, pero el sainete en Cataluña es ya un hábito delirante. Como si se tratara de una siniestra serie de televisión con su propio «star system» en declive. La última pirueta de JpC es exigir de nuevo y una vez más, el plebiscito.Por tercera vez. Plebiscito, ¿de qué? De lo que convenga. El mismo viejo conejo extraído de la misma raída chistera. ERC se opone. Sospecho, no obstante, que finalmente los republicanos morderán el anzuelo. Ya lo verán. Y lo que es peor, me temo que muchísimos votantes independentistas aplaudirán la ocurrencia y la apoyarán. Puigdemont, Torra y JpC se llevarán, con el éxtasis del «este año sí», el gato al agua.
Ya no se habla en Cataluña de la administración, ni de los presupuestos, ni de la gestión, ni de las dificultades de todos, ni de la angustia de muchos. ¿Para que íbamos a hacerlo? Nuestros soberanistas radicales están ocupados en cosas mucho más trascendentes, apelando victimizados al orgullo, al sentimiento, al patriotismo y a la historia. ¿Quién se encarga de gobernar a los catalanes? ¿Quién procura por sus intereses económicos, sociales y políticos? La dramática respuesta es nadie. Pero ya comprendo que los tiempos no están para preguntas impertinentes.