Antoni Fernández Teixidó - TRIBUNA ABIERTA

Gesticulación mezquina

A más resignación, mayor gesticulación y descalificación. Así hay que entender las altisonantes declaraciones o los continuos desplantes al Rey

El Rey, junto a Sánchez y Aargonès en la inauguración del MWC 2022 EP

l controvertido Procés va diluyéndose ante la opinión pública. Los principales protagonistas de aquel desafío siniestro no lo admiten, pero reducen la intensidad y alcance de su reivindicación cuando comprueban que su Procés pierde fuelle. El Govern pretende disimular el fracaso, sin conseguirlo, con la menguada acción política que despliega. A su modo, ERC y JpC entonan juntos la palinodia.

El Parlament magnifica el naufragio de la utopía. Su proyección es nula y los catalanes conocemos su actividad cuando afloran problemas bochornosos en su ámbito funcionarial, actitudes censurables de su presidenta o cuando cesa algún diputado inhabilitado.

La última baza del independentismo es la devaluada mesa de negociación entre gobiernos, pero los socialistas demoran la reanudación de los trabajos y soslayan las inasumibles exigencias de los separatistas. Entre los soberanistas, Omnium y ANC, tropiezan con dificultades crecientes para movilizar a sus socios y sus convocatorias se saldan con fracasos.

Muchos sostienen hoy que el Procés ha muerto definitivamente. Los independentistas asisten, incrédulos, cabreados pero resignados, a su estertor final y sus líderes han interiorizado ya que el espectacular embate contra el estado español va a terminar en una humillante derrota.

No obstante, a más resignación, mayor gesticulación y descalificación. Así hay que entender las altisonantes declaraciones de Puigdemont, Junqueras, Cuixart y otros muchos. En esta clave, hay que interpretar los continuos desplantes al Rey. Puede que algunos se impresionen, pero puedo asegurarles que la relevancia de esta conducta es nula. Aragonès y Colau abusan de esta fórmula, descortés y huera que, desde luego, no cuenta con el beneplácito de la mayoría de catalanes. No es política, es falta de educación. No es desafío, es impotencia. Una pose más. Gesticulación mezquina, corolario de una estrategia fracasada, torpe y errónea.

Sospecho que aún queda un tiempo, no para que los responsables admitan sus responsabilidades, sino para que los catalanes ajusten cuentas. Pero llegará.

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