Antoni Fernández Teixidó - Tribuna abierta
Cataluña independiente, 2025
Más allá de impulsar el municipalismo independentista el próximo mayo, Feliu pretende, con el apoyo unánime de los dirigentes asambleístas, apuntar ya en el horizonte otro plebiscito nacional, auténtico catalizador del clima electoral
Es indisimulable el retroceso del independentismo catalán. No solo las encuestas lo delatan, paséense por Barcelona o cualquier otra ciudad y observarán que los omnipresentes lazos amarillos han ido casi desapareciendo. El otrora entusiasmo separatista anda alicaído.
Solo así puede explicarse la sobreactuación de los soberanistas en relación al uso del catalán en la escuela. Su última iniciativa legislativa revela la torturada aceptación resignada de un fracaso: se defina la lengua española como curricular o vehicular. También la inacción de la mesa de negociación entre gobiernos es prueba inequívoca. Hoy, ningún independentista confía en ella. ¿Ha sido el movimiento nacionalista derrotado?
El soberanismo radical transmite la impresión contraria. La Assemblea Nacional de Catalunya ha recién elegido nueva presidenta, Dolors Feliu, y en su primera declaración ha situado el horizonte de la independencia, como muy tarde, en febrero de 2025. Por si albergaban dudas ¿Patético voluntarismo? ¿Huida hacia adelante? Sí, pero conviene considerar el trasfondo político de este órdago. La ANC teme que será imposible reeditar los últimos resultados en la siguiente convocatoria electoral. Y, más allá de impulsar el municipalismo independentista el próximo mes de mayo, Feliu pretende, con el apoyo unánime de los dirigentes asambleístas, apuntar ya en el horizonte otro plebiscito nacional, auténtico catalizador del clima electoral. Solo si los soberanistas articulan un desafío político con el manoseado plebiscito -amnistía y autodeterminación- conseguirán movilizar sus bases, ahora decepcionadas y apáticas. Para ello necesitan repetir desde ahora mismo el mantra mágico del independentismo. Lo conocen. El derecho de los catalanes a decidir consiste en auto-determinarse, con o sin acuerdo del estado español, y arrancar de las garras represoras del Estado una amnistía para todos sus delitos políticos, empezando naturalmente por la vuelta a casa de Puigdemont y los suyos. Es una estrategia calculada y reiterada, que tendrá posibilidades de triunfar si no se le contrapone, una alternativa rotunda del catalanismo no nacionalista, aquel que tantos dan por muerto. Estamos aún a tiempo.