Antoni Fernández Teixidó - TRIBUNA ABIERTA
Aversión al riesgo
Se ha ido demasiado lejos para aceptar que no se ha llegado a ninguna parte
QUIEN conoce la política catalana sabe que la escenificación del pacto del nuevo gobierno tiene mucho de representación teatral. El guion quedó escrito la misma noche electoral. Los independentistas, ERC y JpC, no tienen otra alternativa que gobernar juntos con el compromiso explícito de trabajar por la mítica república. Explicarán a sus electores, que la independencia no solo está en su agenda, sino que es un objetivo perfectamente realizable. Así de mayúscula es la impostura separatista.
Algunos analistas sostienen que el previsible desenlace negociador es una nueva convocatoria de elecciones. Creo que es una conclusión errónea. Al contrario, pocos quieren asumir riesgos respecto a unos nuevos comicios. Todo podría empeorar y los independentistas no quieren perjudicar sus intereses políticos más inmediatos.
Es verdad, que después de años de ‘procés’ las dudas crecen y las inquietudes se multiplican, pero para que ERC y JpC sigan ganando elecciones, no pueden renunciar al irredento sueño soberanista, administrando mejor la unilateralidad y la confrontación.
Ese es el credo inamovible del nacionalismo catalán hoy. Se ha ido demasiado lejos para aceptar que no se ha llegado a ninguna parte. Falta coraje para asumir esta realidad. La ciudadanía tiene constancia de que la situación económica del país es punto menos que catastrófica, el desgobierno es escandaloso, la incompetencia gubernamental ha alcanzado límites inimaginables, pero una parte mayoritaria del electorado sigue votando contumazmente al independentismo. Este admite, a diferencia de hace unos años, que no será fácil, pero argumenta que más temprano que tarde, Cataluña se separará de España.
Parece difícil un cambio inmediato en la correlación de fuerzas, que posibilite un brusco golpe de timón, pero hay que insistir que sin otra mayoría alternativa, la suerte de Cataluña está echada. Y eso, digámoslo claramente, ya no depende sólo de los políticos catalanes.