Joan Corbera - TRIBUNA ABIERTA

El antisistema Trump

Con una mirada sencilla de la economía, Trump ha decidido hacer feliz a mucha gente

Aún sin llegar a la Casa Blanca, el poder de Donald Trump ya se ha dejado notar en la economía estadounidense. Ha bastado un tuit del presidente electo para que dos empresas multinacionales del automóvil –Ford y General Motors- hayan anunciado que suspenden sus inversiones previstas en México. Trump había amenazado con imponer un arancel del 35% a las importaciones de productos de compañías de EEUU deslocalizadas.

La mirada económica de Trump es sencilla: las empresas estadounidenses deben dar empleo a los estadounidenses. Un proteccionismo ideológico, con adobo populista, que persigue reanimar a industrias que hicieron grande América y que la globalización ha pisoteado. The New York Times, con una dosis de ironía para evidenciar el volantazo económico, ha afirmado que Trump se empeña en revivir la producción de acero que en la actualidad emplea “a casi tanta gente como un gran centro médico”.

Quizás la declaración más fuerte de Trump ha consistido en negar públicamente la ideología de la globalización. "¡El americanismo y no el globalismo. Ese es nuestro credo!", dijo. Con este tipo de declaraciones y otras --simples, directas, embutidas a veces en 140 caracteres de Twitter-, Trump ha pasado a erigirse en el antisistema number one de la globalización. Una situación paradójica, en un país en el que la economía y el salvaje far west venían a ser lo mismo.

Al magnate Trump no le gusta que México se haya convertido en la fábrica de automóviles de Estados Unidos y que la fuga de empresas al país vecino haya hundido a ciudades como Michigan y Detroit, que en los años 80 eran el Silicon Valley de las cuatro ruedas. Ahora allí hay barrios obreros abandonados, hasta el punto de que Detroit llegó a declararse en bancarrota hace tres años.

Trump ha decidido dar un frenazo económico para hacer feliz a mucha gente. Estadounidenses de a pie (le votaron 60 millones, se-sen-ta), que no entienden de globalización ni de grandes cifras y que lo que quieren es un empleo cerca de casa, digno y que les permita llevar una vida cómoda para cumplir sus sueños. Como cualquiera en cualquier parte. El problema es que en este estado de contrapesos que es la globalización (que Trump no la quiera no quiere decir que no exista), Estados Unidos va a inclinar mucho la balanza a su favor. Y ya veremos el resto cómo nos las apañamos.

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