Ángel González Abad - Los martes, toros
Con virus o sin virus
Aquí, las plazas ya estaban cerradas. Ni por el coronavirus ni por la ley, pues sabido es que la Fiesta se prohibió contra derecho
Hablar de toros en plena alarma sanitaria, cuando la preocupación está en el crecimiento exponencial de infectados y fallecidos por el coronavirus, puede resultar un tanto banal, si no fuera porque desde el Govern y buena parte de la clase política se están cometiendo comportamientos tan fuera de lugar, tan insolidarios, como los que se cometieron durante años contra una seña cultural que se empeñaron en mortificar como ajena a Cataluña.
El maldito virus ha cerrado cines, bares, restaurantes, salas de conciertos, campos de fútbol y hasta plazas de toros. Aquí, las plazas ya estaban cerradas. Ni por el coronavirus ni por la ley, pues sabido es que la Fiesta se prohibió contra derecho y ahora, el miedo empresarial al “procés” la mantiene en el ostracismo.
Aquí no ha hecho falta el Covid-19 para dejar en blanco el comienzo de una nueva temporada taurina. Ya son unos años los que la Monumental barcelonesa permanece en silencio desde Pascua hasta la Mercè. Aquí, la única incidencia que para la tauromaquia ha tenido la declaración de alarma sanitaria ha sido la anulación de la consulta que estaba prevista en la localidad gerundense de Vidreres sobre la continuidad de los “correbous”. Los casi siete mil habitantes del bastión taurino en Gerona estaban llamados a definirse en un “toros sí, toros no” demasiado manido y demasiado simple, cuando nadie puede negar que los festejos taurinos son los de mayor respaldo popular en sus fiestas.
Habrá que esperar a que el coronavirus permita que los vecinos de Vidreres mayores de 16 años se manifiesten, como también habrán de hacer los aficionados en Valencia, Castellón, Sevilla y Madrid para ver toros. Aquí, con virus o sin virus, la espera parece baldía. La prohibición empresarial nos mantiene sumidos en la alarma.