Ángel González Abad - Los martes, toros
Vidreres, de toros, sí
A partir de ahora, en Vidreres, como en los muchos pueblos catalanes que viven con pasión la fiesta del toro, las cosas están más claras
En el municipio gerundense de Vidreres seguirá habiendo toros. Los correbous volverán a la localidad tras el paréntesis de la pandemia por la voluntad de sus habitantes. La presión desde el colectivo de defensa animal para prohibir los festejos taurinos de las fiestas de septiembre llevó al alcalde, el neoconvergente Jordi Camps, a una decisión salomónica. Que fueran los vecinos de Vidreres los que decidieran.
Los incidentes de las fiestas de 2019 -un toro que escapó y provocó varios heridos- adelantó el compromiso municipal de la consulta popular que, por el virus, se retrasó hasta el pasado sábado. Y el pueblo habló, y primero dijo que lo de los correbous, con la que está cayendo, no era un asunto de vital importancia. Muchos se quedaron en casa sin hacer caso a la llamada a la prohibición de las soflamas antitaurinas. El sentido común imperó, y de los que fueron a dejar clara su opinión, ganaron los que estaban a favor de celebrar con toros la Fiesta Mayor. El resultado, que el alcalde ya dijo que sería vinculante, no ha gustado a los que proponían el no. No hay que consultar, hay que prohibir, mantienen en su lucha animalista. ¡Qué sabrán los vecinos de Vidreres! A quién se le ocurre preguntar, con lo fácil que hubiera sido un decreto borrando de un plumazo el correbous.
A partir de ahora, en Vidreres, como en los muchos pueblos catalanes que viven con pasión la fiesta del toro, las cosas están más claras. El miedo social político para mantener una tradición atávica ya sólo queda para Barcelona y su plaza Monumental. Allí sigue instaurada esa prohibición ilegal sobre la que planea el temor a una represalia política.
En Vidreres, el toro volverá a saltar a la arena.