Unas gotas de cordura

De vez en cuando no está demás que desde las instituciones se apliquen ciertas dosis de sentido común, unas gotas de cordura que hagan realidad aquella frase tan de la Transición de “hacer normal lo que ya es normal a nivel de calle”.

Finalmente, la Diputación de Tarragona ha aprobado una línea de ayudas para empresas del ámbito cultural afectadas por la terrible pandemia que nos asola. Son novecientos cincuenta mil euros para autónomos y empresas de artes escénicas, plásticas y visuales, artesanía, producción editorial y cultura popular y tradicional. Y es en este último epígrafe en donde se incluyen las ganaderías de toros bravos que pastan en las Tierras del Ebro, que podrán acogerse a unas ayudas que den de comer y mantengan vivos a unos animales a los que unos pretendidos animalistas preferían ver muertos.

Es evidente que la línea abierta por la Diputación no va a solucionar al cien por cien los problemas sobrevenidos por el maldito virus, con todas las fiestas de correbous suspendidas y por tanto con las ganaderías con su facturación a cero. Pero tras los ataques a la cultura del toro en la calle que se vive en todo el Delta, desde una institución se normaliza, no solo su arraigo social, sino su participación en el entramado económico del sector cultural de la provincia.

No puede negarse, y afortunadamente desde la corporación tarraconense no se ha hecho, el toro como garante de un espacio natural, la cría del toro como algo intrínsecamente ligado a esta tierra. No en vano, la mayoría de las ganaderías de bravo de la zona pastan dentro de la reserva de la biosfera y las fiestas con el toro como protagonista están incluidas en el inventario cultural inmaterial de las Tierras del Ebro.

Por una vez la cordura se ha impuesto al tan habitual sectarismo. En pequeñas dosis, pero cordura al fin.