Ángel González Abad - Los martes, toros
El sueño de Palma
Por qué en Palma, por qué no en Barcelona. Ese es el sueño, el mal sueño de los aficionados catalanes que siguen sin entender que la Monumental permanezca cerrada
La noche del pasado viernes, a muchos aficionados les pareció un sueño. Las corridas de toros volvieron al Coliseo Balear después de que el Tribunal Constitucional tumbase aquello tan surrealista de “los toros a la balear”, un sinsentido que el tripartito se inventó para burlar la sentencia que les negaba a las Comunidades Autónomas la prohibición, pero les dejaba regular. Bueno, el caso es que se pasaron de frenada y de nuevo el Constitucional les puso en su sitio. Al final, la corrida de toros en toda su esencia pudo celebrarse, y con gran éxito de público, en la capital mallorquina.
Si nos ponemos ha hacer paralelismo, nos encontramos un nombre que se repite en la historia taurina de Palma y de Barcelona: Balañá. La empresa propietaria de la Monumental catalana lo es también del coso balear. Y tras Balañá, la casa Matilla, su gestor en las dos plazas de toros.
Por qué en Palma, por qué no en Barcelona. Ese es el sueño, el mal sueño de los aficionados catalanes que siguen sin entender que la Monumental permanezca cerrada pese a las bendiciones legales que dejaron de prohibir las corridas de toros en Cataluña. En Mallorca, Balañá y Matilla dan el paso adelante, y devuelven el esplendor, aunque solo sea por una noche de verano, pero se la juegan. En Barcelona, de donde salieron muchos aficionados con destino Palma para presenciar la corrida del viernes, sigue el silencio, se mantiene aquel lacónico “de momento no”. ¿La diferencia? Una situación política que puede hacer que los otros negocios de la empresa Balañá se resientan si el coso barcelonés vuelve a abrir sus puertas. Una espada de Damocles sobre los herederos de Don Pedro. La decisión del tercero de los Balañá, entendible. La libertad, cercenada.