Pujol, cinco años sin decir ni mu

Hay dos cosas que han quedado meridianamente claras tras el paso de la convergencia pujoliana por Cataluña. Dos cosas habían de quedar fuera de la Cataluña feliz diseñada por el hijo del abuelo Florenci y padre de los Ferrusola. Aquí no cabían ni los toros, por franquistas y para turistas, ni el dinero que dejó en herencia el bueno del señor Florenci, que ha estado muchos años guardadito en un paraíso fiscal, a buen recaudo, para que España no lo robara.

Hace ahora cinco años que el entonces molt honorable, y ahora no se sabe qué, Jordi Pujol, la fuerza moral, el ejemplo de catalán universal, la dignidad andante; se vio obligado a declarar -porque la policía no es tonta- que la herencia de su padre estuvo siempre fuera de España, fuera de las redes de Hacienda, escondida para asegurar el futuro de sus nietos, los Pujol-Ferrusola.

Total, no era para tanto. Mi dinero, vino a decir Pujol, ¡Fuera de Cataluña! Si solo eran unos milloncejos sin importancia, amasados por el abuelo Florenci, que haría felices a sus nietos... ¡Fuera de Cataluña!, los toros también. Pero hace cinco años, cuando el gran Pujol bajó del pedestal, curiosamente, nadie le gritó ¡Fuera de Cataluña! Ni entonces ni durante estos cinco años, con todo lo que ha caído.

Salvo algún quítame allá esas pajas de los Pujol-Ferrusola por los juzgados y algún que otro paseo carcelario -total, nada-, la figura del ex molt honorable ha permanecido en un más que sorprendente y sospechoso segundo plano. Con la independencia de su Cataluña feliz sobrevolando durante todo el “procés”, con tantos políticos catalanes en el banquillo, Pujol calladito. No se mueva señor Jordi, le dijeron. Y el “boss” sin decir ni mu, que su dinero ya estaba fuera de Cataluña, y los toros también.