Ángel González Abad - Los martes, toros
Miedo político y económico
«Si la gobernabilidad de España les importa un comino, qué les iban a importar las corridas de toros»
En la madrugada del lunes disfruté de una gran faena de Antonio Ferrera a un gran toro de La Joya en la plaza más grande e imponente del mundo. Al torero extremeño le acompañaron las musas en unos momentos de inspiración, que traspasaron la frialdad de una retransmisión por televisión. A esa misma hora se daban los Oscar, pero a mí me pudo seguir lo que sucedía en el ruedo de la plaza México. Me consta que esa misma decisión la tomaron muchos aficionados catalanes, que disfrutaron y sintieron la magia del toreo surgida a miles de kilómetros.
Y es que en esto del arte no hay distancias, hay sentimientos, y aunque por aquí quieran desterrar la fiesta de los toros, lo que no podrán eliminar nunca es la emoción que un aficionado siente ante la creación artística de un hombre frente a un toro.
En Cataluña algunos de los que ahora sustentan el Gobierno de Pedro Sánchez no dudaron en comparar la tauromaquia con el maltrato a mujeres, ancianos y niños y hasta con la ablación. Claro que, si la gobernabilidad de España les importa un comino, qué les iban a importar las corridas de toros. Aunque, eso sí, saltarse las leyes a la torera lo hacen divinamente. Tan divinamente que no les importó prohibir contra derecho. Tanto y tan bien lo hicieron que quienes tienen los medios para programar de nuevo festejos taurinos en las plazas de toros aún existentes en Cataluña se lo tomaron tan al pie de la letra que, por miedo o por quien sabe qué, siguen sin organizarlos. Miedo político y económico, que no vaya nadie más allá. Que la misma emoción que provocó la faena de Ferrera a través de la televisión se ha vivido miles de veces en directo en los ruedos de esta tierra.
Tardes de gloria y triunfo, de pasión también, que ahora nos siguen hurtando en defensa de ya no se sabe qué, y que sigue sin tener la respuesta de quienes los aficionados no saben en donde están.