Ángel González Abad - Los martes, toros

Miedo, autocensura, prudencia empresarial

«Las plazas de la Barceloneta, las Arenas y la Monumental se llenaban hasta en las novilladas con carteles modestos»

En Cataluña se han vivido situaciones sociales, políticas y económicas, buenas, malas y regulares. Y la actual, con toda su carga tensional, no es la peor de todas. Solo recordar las durísimas revueltas sociales de las dos primeras décadas del pasado siglo, produce escalofríos.

Por eso, tras echar la vista atrás y repasar lo que sucedió en las plazas de toros de Barcelona hace justo cien años, me vienen a la cabeza las palabras del responsable de la empresa Balañá para justificar que la Monumental permanezca cerrada tras la sentencia del Tribunal Constitucional, que tumbaba la prohibición de las corridas de toros en Cataluña.

Pedro Balañá, el tercer Balañá, dijo que, “de momento” no habrá toros en su plaza, que las condiciones actuales lo desaconsejan, refiriéndose a la situación política y social, el “procés”, que lo infecta todo. Si ahora no se dan toros por el miedo, llamėmosle prudencia empresarial o autocensura, por la situaciòn política, no sé qué pensarían los gestores de las tres plazas de toros que programaban festejos en 1919. En lo taurino, se vivía entonces la Edad de Oro del toreo. Joselito y Belmonte en pleno apogeo, y Barcelona no era ajeno a los dos fenómenos, que toreaban con asiduidad en sus cosos.

Las plazas de la Barceloneta, las Arenas y la Monumental se llenaban hasta en las novilladas con carteles modestos. Y si comparamos la situación política y social de hace un siglo, lo de ahora puede parecer un juego de niños. Duele el alma recordar que solo en aquel 1919, las huelgas y sabotajes sangrientos salpicaban la vida ciudadana. Hasta 22 personas murieron entre patronos, obreros y agentes de la autoridad. Un clima irrespirable que tenía vías de escape precisamente para poder respirar y seguir viviendo. Teatros, variedades y las plazas de toros. No había miedo a vivir, no existía esa prudencia empresarial, ese miedo, esa autocensura, a la que ahora se agarra el tercer Balañá para no abrir la Monumental.

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