Ángel González Abad - LOS MARTES, LOS TOROS
¡Qué manía con Morante!
La censura ha vuelto a actuar de forma despiadada contra el torero más demandado por los aficionados.
A Morante de la Puebla ahora le han quitado el puro. Hace unos años en Barcelona fue peor, que se lo cargaron de un plumazo por mucho que quería evocar al genio de Salvador Dalí, un catalán universal.
La rimbombante Consejería de Salud Universal de la Generalitat Valenciana se echó las manos a la cabeza por una valla publicitaria que anunciaba la feria taurina de Castellón en donde Morante aparecía en una de sus poses más clásicas, fumándose un puro vestido de luces. No sabemos si la cosa fue en defensa de la salud del torero o por fumar en horario laboral, pues está claro que el bueno de Morante aparecía echando humo en una de sus tardes de trabajo. El caso es que la censura ha vuelto a actuar de forma despiadada contra el torero más demandado por los aficionados.
En octubre de 2015, para promocionar la Feria del Pilar, se contrató una gigantesca valla publicitaria en el paseo Colón de la Ciudad Condal en donde el diestro de La Puebla iba a mostrar una imagen totalmente daliniana; más, pues él mismo aparecía como el Salvador más torero. No gustó en los altos despachos del Ayuntamiento barcelonés una escenografía que, sin duda, podría corromper las mentes de los ciudadanos, y sin pensar ni en los cincuenta mil euros que iban a recibir los propietarios del edificio en rehabilitación ni los otros doce mil de tasas directos a las arcas municipales, el movimiento de la mano censora pudo más y aunque a Morante lo borraron, lo que no pudieron eliminar fue el recuerdo de sus tardes de gloria en la Monumental, que, afortunadamente para los aficionados, no fueron pocas.
En tierra de libertades, se horrorizaron por la imagen de un torero. Dos años antes también vetaron una foto de Juan José Padilla con el parche, secuela de su tragedia, calándose la montera, que debía abrir la World Press Photo en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. Entonces, tampoco le importó al censor ni siquiera la libertad de prensa y, sin el mínimo sonrojo, pidieron otra. Entonces a Padilla y a Morante los borraron de la faz barcelonesa, ahora solo ha sido el puro.