Ángel González Abad - Los martes, toros

La escuela, más viva que nunca

Comienza un nuevo año para la Escuela Taurina de Cataluña, las clases en el campo de fútbol de L'Hospitalet son la base de lo que luego se debe demostrar en los ruedos que, lamentablemente, siguen estando lejos

Imagen de archivo ABC

Ángel González Abad

Ni presa del veinticinco por ciento ni del dogmatismo imperante, hay una escuela que sigue viva y plena de ilusión. Puede parecer mentira para muchos, pero la Escuela Taurina de Cataluña mantiene intactos sus objetivos formando en libertad, la misma que perdieron los aficionados de esta tierra cuando una mentira política les arrebató poder disfrutar de su pasión.

La Escuela, que acaba de cumplir 23 años, sigue recibiendo alumnos que sueñan con vestidos de oro en tardes de gloria. El que fuera durante mucho tiempo su director, Manuel Salmerón, lo explicaba muy bien estos días. Mantenerla abierta debe considerase como un «hecho muy importante con un Govern radical y una plaza de toros cerrada por decisión de otro nacionalista».

Casi un cuarto de siglo de trabajo de donde han salido seis matadores de toros y una puñado de subalternos importantes, además de decenas de chavales que llegaron con ilusiones irrefrenables y que se enfrentaron y conocieron la dura realidad de la lucha en el ruedo arropados por la experiencia de quienes vivieron antes el camino del toreo.

Y permanece más viva que nunca. El mejor ejemplo, el pasado domingo en una placita de Guadalajara dos de sus alumnos dejaron bien alto el pabellón catalán en una clase práctica en competencia con chavales de otras escuelas del resto de España. Mario Vilau debutaba con éxito ante un becerro, lo que supone el punto de partida oficial a su carrera, y la joven Alba Caro también demostró con capote y muleta sus muchas cualidades en una apasionada y entregada faena.

Comienza un nuevo año para la Escuela Taurina de Cataluña, las clases en el campo de fútbol de L'Hospitalet son la base de lo que luego se debe demostrar en los ruedos que, lamentablemente, siguen estando lejos. El exilio que emprenden cada fin de semana profesores y alumnos en busca de ganaderos amigos de Castellón, Aragón, Castilla o Madrid, que brindan la oportunidad de torear unas becerras, se repite. Madrugones de responsabilidad para afrontar muchas horas de coche, las mismas llenas de sueños e ilusiones.

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