Enrique Sierra, in memoriam

Además de buen médico, el cirujano taurino es imprescindible que sea un apasionado de la Fiesta». Y Enrique Sierra cumplía con creces la máxima que llevaba por bandera y que tantas veces repitió. Buen médico y aficionado, y militante del toreo. Del buen toreo, además; que el jefe de la enfermería de la Monumental de Barcelona demostró siempre sensibilidad a la hora de disfrutar de lo que sucedía en el ruedo.

La pasada semana falleció quien durante muchos años acudió puntual a su cita con la Fiesta en el burladero de médicos de la plaza barcelonesa. Primero junto al maestro Jordi Olsina, y después, desde 2006, al frente de su propio equipo hasta la última tarde en la Mercè de 2011. Desde aquel día soñó y luchó junto a los muchos aficionados que conforman la resistencia con volver a su plaza, pues el doctor Sierra ha sido un bastión en esa apasionada entrega por la tauromaquia que sigue viva en Cataluña.

Licenciado y doctor en Medicina por la Universidad Autónoma de Barcelona desempeñó importantes responsabilidades en el mundo de la sanidad, y desde allí, toda su experiencia, toda su ciencia, volcada en su amor a la Fiesta como uno de los cirujanos más respetados por quienes se visten de luces y tienen a los médicos de las plazas de toros como verdaderos «ángeles de la guarda».

Desde su tribuna en el callejón de la Monumental dio rienda suelta a su otra pasión, recopilando las últimas décadas de la historia del coso de la Ciudad Condal en imágenes. Ahí deja un legado que refleja la realidad social del toreo en Barcelona hasta la prohibición empresarial que ahora sufre. Ahí el idilio de esta afición con José Tomás en tantas tardes de triunfo, ahí toda la pasión desbordada de un buen médico.