Ángel González Abad - Los martes, toros

Embrujo en una tarde de mayo

«Fue un 11 de mayo de hace noventa años, la Monumental, tan en silencio ahora, se vio desbordada para acoger tanta magia desplegada en su arena»

Ángel González Abad

Voy a intentar huir, aunque solo sea por un instante, de este confinamiento, de esta escalada de enfermedad y dolor, de este abismo económico y social al que nos asomamos. Voy a sumirme en la nostalgia de una tarde de mayo en la Monumental de Barcelona, en la que dos toreros gitanos inundaron de torería, de genialidad y de arte, una plaza cuyos ocupantes se frotaban los ojos incrédulos ante lo que desplegaron en el ruedo los ya entonces míticos Cagancho y Gitanillo de Triana.

«Nadie ha toreado jamás como esta tarde ha toreado Gitanillo con el capote», exclamó un crítico barcelonés, y a partir de ahí el delirio. El júbilo y el entusiasmo desbordante entre los aficionados que no olvidaron nunca aquel 11 de mayo de 1930. Han pasado noventa años. Los que tuvieron la suerte de ver «la gran faena que estábamos esperando» de Cagancho y la magistral tarde de Gitanillo, contaron una historia que fue pasando de hijos a nietos. No son pocos aficionados catalanes, que ahora se mantienen en la resistencia, los que escucharon a sus padres o abuelos hablar de la competencia entre los dos diestros gitanos.

Tarde de embrujo en la que los trofeos importaron poco. Tarde de ocho toros de Villamarta con un cartel que completaron Marcial Lalanda y Manolo Bienvenida. Los dos quedaron anonadados por la sobredosis de inspiración. Bienvenida dijo poco en sus presentación como matador ante la afición catalana, y Marcial, que volvía para hacer olvidar el mal sabor que dejó unos días antes, se fue escoltado por la policía en medio de una gran bronca. Tanto marcó a Lalanda el baño que le dieron los dos toreros gitanos, que decidió encerrarse en solitario con seis toros de Coquilla al final de aquella temporada de 1930 y, esta vez sí, salir triunfante.

Fue un 11 de mayo de hace noventa años, la Monumental, tan en silencio ahora, se vio desbordada para acoger tanta magia desplegada en su arena.

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