Ángel González Abad - Los martes, toros
Barbarie y cultura
Qué cosas, Barcelona, la capital de la vanguardia, de la cultura, tanto tiempo la avanzadilla europea, y ahora irreconocible con todas sus virtudes como escondidas por una vergüenza política
Hace unos días Paco March, un catalán hasta la médula con alma de aficionado y excelente crítico taurino, incendió ese nuevo patio de monipodio en que se han convertido las redes, apellidadas sociales, con un tuit en el que enfrentaba las noches de altercados e incendios de Barcelona con la alegría que se vivió en Sevilla tras el triunfo de Morante en la Maestranza.
«Anoche en Barcelona, los CDR y su rabia tomaban las calles y quemaban contenedores. Anoche en Sevilla, las gentes y su alegría toreaban por las calles y celebraban el toreo. Es la diferencia entre barbarie y cultura», lanzó a ese nuevo universo de impunidad y valentía anónima el amigo March, y le cayó la del pulpo.
Si hablamos de lo políticamente correcto, de forma inmediata llega la intolerancia ante las opiniones. Que opinar puede llegar a ser peligroso en el clima enrarecido que vive una ciudad como Barcelona. Qué cosas, Barcelona, la capital de la vanguardia, de la cultura, tanto tiempo la avanzadilla europea, y ahora irreconocible con todas sus virtudes como escondidas por una vergüenza política.
Paco tiene razón cuando habla de barbarie en las calles, cuando se encona ante esas noches de fuego. Y también la tiene al hablar de cultura, de la imponente torería de Morante loado en la Maestranza, porque los toros son cultura, por ley, por tradición y por historia. También en Cataluña. Y entre la barbarie y la cultura, entre los disturbios callejeros constantes y los oles que llenan el alma, yo mantengo mi apuesta por la magia y la liturgia de la tauromaquia.