Alex Miró Pujadas - Tribuna abierta
El legado de Unió
Después de 86 años de acción política, en marzo de 2017, Unió Democràtica de Catalunya cerraba su sede principal y con ella se daba por finiquitada toda su actividad
Después de 86 años de acción política, en marzo de 2017, Unió Democràtica de Catalunya cerraba su sede principal y con ella se daba por finiquitada toda su actividad. Una historia y un triste final por todos conocido. Durante aquellos meses convulsos desde el Comité de Gobierno del partido velamos por la bandera y el archivo histórico documental de Unió, para que éste no se perdiera o cayera en manos indebidas. Y el buen trabajo de Ramon Espadaler hizo que ese legado fuera a parar al Arxiu Nacional de Catalunya, lugar donde se merecía estar.
Pero hubo otro legado de Unió muy valioso que muchos nos llevamos con nosotros. Un legado tan rico e intangible como sólido, tan sutil como lleno de firmeza. Una firmeza y actitud adquirida en el desarrollo de los cargos y de la militancia, a lo largo de las campañas electorales, durante la famosa travesía por el desierto, durante la dolorosa escisión, y para muchos de los que estuvimos allí hasta el último día, en aquellos meses previos al cierre.
Nos quedábamos huérfanos, sin lugar referente político en Catalunya. Una orfandad compartida por miles y miles de catalanes entonces, y por muchos más en la actualidad.
Nos sentíamos huérfanos de partido, pero no huérfanos de ideales ni valores políticos. Porque sabíamos, todo el mundo lo sabía, que una vez el soufflé del procés comenzara a bajar sería necesario recuperar una formación política que hiciera del diálogo bandera y del famoso y echado en falta seny catalán, una manera de trabajar para Catalunya y el conjunto de España.
Pero conscientes de esta necesidad, paralelamente al cierre del partido ya se iban vislumbrando varios proyectos políticos en torno a ciertos nombres veteranos, lo que coloquialmente ahora podríamos llamar partidos spin-off.
Uno de esos proyectos se constituyó en forma de entidad, que no partido, que acogería una parte de aquellas personas militantes, algunas presentes en la última ejecutiva de la Intercomarcal de Barcelona que tuve el orgullo de presidir, también antiguos militantes del partido, e incluso algún exmilitante de lo que había sido una centrada Convergència Democràtica de Catalunya.
Desde el realismo, la resiliencia y la humildad, seguíamos defendiendo aquel ideario de Unió, conscientes de que quizás tocaba ponerlo al día pero sin renunciar a nuestras ideas y convicciones marcadas por el pensamiento democristiano. Pero desde dicho realismo éramos conscientes de que no era el momento ni había suficiente musculatura para poner en marcha un partido propio. Y así nacía el Cercle Carlemany, o sea, el Círculo Carlomagno. Un espacio de encuentro de aquellos que pensábamos, y seguimos pensando que hay que poner a la persona en el centro de toda acción política, que la política nació para dar soluciones a los ciudadanos y para gestionar nuestra comunidad en favor de bien común.
Y así, con el nombre de Carlemany, con fuertes reminiscencias europeas, la Marca Hispana, de aquel Occidente que vio nacer la democracia, conocedores y por qué no, orgullosos de nuestros orígenes, nos propusimos trabajar para mantener la llama de la democracia cristiana, sin esconder ese término, en espera de que el escenario político catalán se serenara.
Eran unos momentos que en los que ser o hacerse llamar democristiano, socialcristiano o humanista no estaba de moda. Quizás ahora tampoco. Pero desde el pragmatismo y unas formas desacomplejadas, también era necesario poner en valor que fue la democracia cristiana y la social democracia juntas, las que consiguieron recoser y reconstruir esa vieja Europa que salía desangrada de una terrible Segunda Guerra Mundial.
Y así, lentamente, desde la discreción, pero con el orgullo romántico de llevar a nuestra Unió en el corazón, consolidamos este think tank, con grandes compañeros de viaje, algunos con experiencia en cargos públicos, unos magníficos gestores, otros con experiencia en la organización interna del partido, todas personas con convicciones y con la ilusión y el orgullo de levantar la bandera del seny en plena vorágine de inestabilidad institucional y política.
Pocos años después, se nos invitó a participar en un atractivo proyecto político, un crisol de perfiles y de ideas convergían de nuevo para convertirse en una alternativa sólida y dar voz a aquellas decenas de miles de personas que todavía de sentían huérfanos.
Y meses después, en agosto de 2019 algunos de nosotros, junto con Astrid Barrio, fundábamos la Lliga Democràtica. Un nuevo proyecto político generoso, que no preguntaba a nadie de dónde venía, si no a donde quería ir, que nacía con la voluntad de construir puentes entre las diferentes sensibilidades del catalanismo, entre Catalunya y el resto de España, capaz de hablar con quién tuviéramos a la derecha y capaz de hablar con quién tuviéramos a la izquierda. Y en la que la democracia cristiana, junto con otras formas de ver la política, estuviera bien representada.
Porque seguimos creyendo que esta es la riqueza de nuestra joven democracia, el privilegio de poder diferir, dialogar, llegar a acuerdos entre personas que vemos soluciones diferentes a un mismo problema, y que, seguro que acabaremos encontrando un camino en el medio, en el centro, por el que pasará la solución de los numerosos retos y carencias que ahora tiene Cataluña.
Alex Miró Pujadas es presidente del Cercle Carlemany y secretario de organización de Lliga Democràtica.