Antoni Fernández Teixidó - Tribuna Abierta

El alcance del shock

Habrá que exigir responsabilidades, una vez superada la crisis y aprender de ella todas las lecciones importantes

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Resulta ocioso insistir en la gravedad de la crisis que enfrentamos. Sus consecuencias sanitarias y económicas resultarán letales y en el duro trance será complejo evaluar la magnitud del shock. Por supuesto, comparto toda apelación sensata al combate, la resistencia y a la imprescindible unidad. Al tiempo, deploro todas las manifestaciones de particularismo incívico por insolidarias e inoportunas.

Conviene, no obstante, no autoengañarse y observar la realidad cara a cara. Nos encaminamos a una más que probable recesión, que podría ir seguida de un largo periodo de estancamiento. Esa es, más allá de toda consideración humana, sanitaria y política, la grave amenaza que necesitamos conjurar. La profundización del estancamiento económico nos sumiría en una indeseada depresión de consecuencias imprevisibles.

El Plan de Emergencia Económica con sus Real Decretos-ley de 12 y 17 de marzo, debe ser analizado en aquel contexto. Efectivamente, en un escenario seguro de disminución drástica de la producción y de descenso vertiginoso del consumo e inversión privada causados por el confinamiento masivo y el crecimiento exponencial del paro, el Plan es, a todas luces, criticable. Las medidas a implementar son insuficientes y algunas de ellas, contraproducentes. Confieso, asimismo, mi perplejidad por los teóricos 83 mil millones de euros que supuestamente debe aportar el sector privado. ¿De dónde saldrán estos recursos?

¿Qué hacer entonces? Por supuesto, toda partida destinada a la sanidad pública para combatir el virus está justificada. Ahora bien, resulta determinante emprender acciones de política económica que posibiliten mantener la actividad de las empresas y reducir al máximo la cifra de miles de nuevos parados. En este ámbito, cabe trabajar en dos vías. La primera, actuar con rapidez y flexibilidad haciéndolo con criterios objetivos que prioricen las personas más necesitadas y las PYMES con futuro, no amortizadas por su reciente trayectoria y con posibilidades reales de sobrevivir después de la brutal crisis. La segunda, aprobar un Programa de Actuación fiscal, donde la rebaja sustancial de impuestos, el rescate de los fondos de pensiones sin gravamen, el aplazamiento del pago de los tributos y las fórmulas de liquidez sostenida para las sociedades y autónomos, coadyuve a impedir que la recesión transmute en depresión.

Para acabar, quiero expresar mi rechazo al comportamiento lamentable de los gobiernos español y catalán que han desaprovechado la pasada situación de bonanza económica para ajustar sus cuentas públicas, reducir déficits y recortar significativamente el endeudamiento.

Habrá que exigir responsabilidades, una vez superada la crisis y aprender de ella todas las lecciones importantes. Quizás es sólo un bienintencionado deseo, pero deberíamos ser capaces de aplastar el virus, vencer la pandemia, atajar la recesión y aceptar con humildad que nuestras decisiones políticas, también las de cada ciudadano, tienen consecuencias y algunas son dramáticamente nefastas.

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