Alberto Fernández Díaz - Tribuna abierta

Amnesia selectiva de la memoria histórica

«En su relato de confrontación, la izquierda extrema, jaleada desde el PSOE y con la anuencia del independentismo, cuestionan las bases de nuestra convivencia»

Alberto Fernández Díaz

Corría el mes de junio de 2015. A la par que Ada Colau era elegida alcaldesa de Barcelona, esta designaba a los tenientes de alcalde. Entre ellos destacaban dos, Gerardo Pisarello y Jaume Asens, hoy vicepresidente del Congreso y portavoz de los comunes en la Cámara Baja, respectivamente. En cuatros años de mandato municipal («la primavera republicana») promovieron la retirada de medallas a Martin Villa, la revisión del nomenclátor quitando la estatua de Antonio López por esclavista o la calle Almirante Cervera, por «facha» dijo Colau.

El Rey emérito no precisó de Corina para que la alcaldesa retirara del salón de plenos su retrato y su plaza. Juan Carlos I hizo más por Barcelona y los Juegos Olímpicos del 92, junto a Samaranch y Maragall, que todos los comunes podemitas juntos en sus cinco años de gobierno. La «coronafobia» no conocía límites y tras suprimir la avenida Príncipe de Asturias y conceder una plaza a la República, ahora retiran la medalla al Rey emérito. Eso sí, reconocen con una calle al creador de la «estelada» independentista y al proetarra Xirinachs, una escuela pública. E ignoran a Salvador Dalí y Montserrat Caballé.

¿Qué no harán ahora en España? Las izquierdas han gobernado tres décadas en Barcelona y dos en España. Desde su lógica sectaria, ¿podríamos afirmar que sus propuestas de ahora y olvido de antes eran amparo del recuerdo del franquismo? Pretenden imponer su verdad falsa. La memoria histórica no puede ser un relato sesgado ni una amnesia selectiva, como tampoco una cortina de humo para relegar del debate la incapacidad de dar respuestas a la grave crisis económica y sanitaria.

En su relato de confrontación, la izquierda extrema, jaleada desde el PSOE y con la anuencia del independentismo, cuestionan las bases de nuestra convivencia. Denostan la Transición identificándola con el tardofranquismo y no dudan de tildar de tal a la propia Constitución. La misma Transición y Carta Magna que cicatrizaron las heridas de una dictadura y de la Guerra Civil, fratricida y con atrocidades en ambos bandos, y que ahora quieren reabrir.

En democracia y con espíritu de reconciliación debemos recordar para perdonar y dar por superada negras etapas de nuestro acervo común. Hacerlo sin amnesias selectivas. Parece que no fueron reales los más de 8.500 fusilados en Cataluña, ni existieron aquellas siniestras 47 checas en Barcelona. Tampoco la vergonzante actitud de la Generalitat de Companys ante los desmanes anarquistas y comunistas o los saqueos de las cajas y ahorros de los catalanes. ¿Pedirá perdón por ello Quim Torra?

Marcelino Camacho, con ocasión del debate de la Ley de Amnistía de 1977, refería: «Nosotros, los comunistas, hemos enterrado nuestros rencores y estamos resueltos a mirar hacia adelante». El reivindicado Manuel Azaña, en julio de 1938, en su discurso «Paz, piedad y perdón» reflexionaba sobre las dos Españas, el independentismo y el reencuentro de todos.

Acontecen tiempos difíciles. Adversidades vistas como oportunidad por populistas, independentistas y gobernantes irresponsables. Dicen que el pueblo que olvida su historia la repite. En pleno siglo XXI, sería bueno aprender de las historias del pasado.

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