José Rosiñol - Tribuna abierta
Se acabó la impunidad
La actuación del Tribunal de Cuentas ha enervado a los nacionalistas. La justicia es lenta pero imparable
Durante muchos años, demasiados años, hemos vivido en la Cataluña de la impunidad, en una Cataluña en la que el nacionalismo ha campado a sus anchas, una Cataluña en manos de una casta acostumbrada a hacer y deshacer sin tener que dar cuentas a nadie, empezando a los propios ciudadanos de Cataluña, siempre rehenes atrapados en una espesa telaraña de manipulación, ciudadanos convertidos en objeto de una enorme y duradera campaña de ingeniería social.
Los catalanes hemos sido testigos de episodios vergonzosos, velozmente ocultados tras tupidas cortinas de humo. Recordar Banca Catalana, un momento en el que nuestra -todavía- joven y débil democracia pasó de puntillas, la Justicia, por razones ¿inexplicables? miró hacia otro lado, quizás avergonzada, quizás vencida, quizás demasiado débil, quién sabe…
Parece que momentos como aquél, más la necesidad de gobernabilidad, de reforzar las instituciones, de construir un Estado fuerte y democrático y, como no, la ingenuidad forzada, el cortoplacismo, y algún interés espurio, dio alas al nacionalismo catalán para poner en marcha el Programa 2000, plan estratégico para conformar a medio/largo plazo una masa social suficiente como para derrotar al Estado, para arrodillar a nuestra democracia y romper nuestro proyecto común.
Sin embargo, en paralelo a los sueños y planes de división y fractura del separatismo, nuestras instituciones se reforzaron, la justicia no hacía distinciones, actuaba contra los corruptos, ya fuesen estos del partido en el poder nacional o autonómico, ese fortalecimiento fue el que asustó a los próceres del nacionalismo, eso, cuando vieron las barbas del poder central pelar -más la Gran Recesión- pusieron en marcha su huida hacia delante, con un Artur Mas deseoso de volver a encontrar una coyuntura ya pretérita, un contubernio parecido al que nombraba más arriba de Banca Catalana.
Ahora España y sus instituciones son más maduras, nuestra democracia escala en las primeras posiciones de nuestro entorno, nuestra justicia actúa, persigue y condena a los delincuentes, sean quién sean, provengan de dónde provengan. Nuestras instituciones judiciales nos hacen más iguales que en los años ochenta, hace que la arbitrariedad de los poderosos sea papel mojado, es igual que pertenezcas a la casta nacionalista o no, ante la Ley todos somos iguales, lo recordaba Tucídides en el famoso diálogo entre melios y atenienses: «La justicia solo se plantea entre iguales».
La actuación del Tribunal de Cuentas, exigiendo una fianza a Mas y los suyos, que utilizaron recursos públicos para proyectos privados -políticamente privados- ha enervado a los nacionalistas, la justicia es lenta pero imparable, parecía todo olvidado desde el infausto 9 de noviembre de 2014, sin embargo, en Cataluña se ha dado una conjunción virtuosa, una Justicia madura y desacomplejada y una sociedad civil desaletargada por el «prusés», recordar que fue SCC (Societat Civil Catalana) y Abogados por la Constitución quienes iniciaron este proceso, esto es, es el culmen de la madurez institucional y unos ciudadanos desinteresados y altruistas preocupados por el futuro de nuestro país y de nuestra democracia.