­Joaquim Cabot, el orfebre del Palau

Jordi Cabré recorre la vida y obras de este catalán cosmopolita y polifacético: joyero, financiero, escritor y político de la Lliga

Colocación de la primera piedra del Palau de la Música en 1905 ABC

Sergi Doria

Barcelona

Jacinto Verdaguer le dedicó un poema: «Hay un platero en la Argenteria de tanto hilar de oro le llaman Orfila». La Argenteria era la calle donde nació Joaquim Cabot y Rovira el 17 de noviembre de 1861. Nación en la joyería familiar, cerca de Santa Maria del Mar. Calle ancha en la Barcelona amurallada de nomenclátor gremial. La Joyería que su padre, Francisco Cabot, fundó en 1843, trabajaba las piezas religiosas con un detallismo que explica el tono admirativo de los versos verdaguerianos.

Del Joaquín quinceañero se conserva un dibujo de Enric Serra; del Cabot adulto, el óleo de Lluís Graner de 1899; o el retrato al carbón de 1900 que Ramon Casas y que completó con la esposa del joyero, Maria Lluïsa Caze i Mir.

Escritor, excursionista y catalanista, Cabot era, sobre todo, el «hilador de oro» que regentaba en 1880 la joyería que se había trasladado al calle Ferran 61, esquina plaza Sant Jaume. En aquella Barcelona ciudad de las bombas una explosión de autoría anarquista destruyó en 1904 la joyería he hirió a su regente como la metralla… Se imponía otro traslado: el joyero reabrió en plaza Catalunya 17, esquina Portal del Ángel.

Nuestro «filador de oro», advierte Jordi Cabré en 'La Barcelona universal de Joaquín Cabot' (Planeta), no concebía el oficio como mera imitación: «Innovó el toque clásico de la joyería de su padre… Trabajaba con platino, brillantes y perlas, haciendo prevalecer las formas geométricas de inspiración neoclásica y los panes de brillantes sobre temas florales estilizados. Como símbolo de la casa, un trébol de tres hojas: firmo evocador del equilibrio, de la Santísima Trinidad y de la fortaleza».

Cabot encarnaba un catalanismo cosmopolita que se reafirmaría en periplos por Francia, Italia, Suiza, Alemania, Austria, Egipto y Palestina descritos en las narraciones viajeras 'De fuera casa' y el poemario 'A golpe caliente'.

El Cabot melómano se implica en el Orfeó Català como vicepresidente y accede a la presidencia tras la renuncia de Juan, hermano del fundador Lluís Millet. El año de 1902 es el de la muerte de Verdaguer: el Orfeó organiza un concierto de homenaje.

Tras el encargo a Lluís Domènech i Montaner del proyecto del Palacio del Orfeó Català, el 23 de abril de 1905 se pon la primera piedra de una construcción que durará tres años: «Fue la gran obra de artesanía de Cabot, hasta el punto en que el oficio de joyero y la presidencia del Orfeó acabaron mezclando ideas y personas», subraya Cabré.

Joyas reencarnadas en arquitectura. Cabot será protagonista de la construcción del Palau junto a destacados números de las artes y oficios: Lluís Bru, Josep Orriols, Modesto Sunyol, Miquel Blay, Eusebio Arnau, Pau Gargallo, Dídac Massana… «Joaquim era un gran orfebre, un joyero que hilaba el oro tan fino que se transformaba en música. Toda esa fuerza, belleza y sutileza la supo plasmar perfectamente en su proyecto del Palau de la Música Catalana. Cabot supervisó en persona la gran labor que artesanos, ebanistas, ceramistas, vidrieros, escultores y pintoras hicieron en la construcción de una joya arquitectónica que transpira belleza en cada uno de sus racones», apunta Carlos Soler Cabot.

La obra costó casi un millón de pesetas de la época sufragado con un talón de la sociedad familiar Cabot y la emisión de obligaciones que el joyero ofrecía de casa en casa. El 9 de febrero de 1908 el Orfeón ya tenía su templo, inaugurado con la bendición del cardenal Casañas a los acordes del 'Magnificado' y el 'Benedictus'. Una caricatura de Junceda mostraba a Joaquim Cabot como un Sansón que sustentó en el aire el Palau de la Música. La misión estaba cumplida: el «filador de oro» pasó el testimonio de la presidencia a su amigo Francisco Matheu.

En 1930 Ramón Casas volvía a retratar al carbón a un Cabot que recibía el homenaje del Orfeó en el Hotel Colón. El orfebre era ya «además de un prohombre eficiente y reconocido, un personaje del imaginario popular». Margarita Xirgu le rinde tributo al recitar el poema de Verdaguer.

Cabot atraviesa la crispación política de los años republicanos con problemas de salud: la revolución de 1936 obliga a este católico a refugiarse en Viladrau. En 1938, los bombardeos sobre Barcelona destrozan su joyería. Ese año Cabot dedica un libro a su generación: 'El canto del cisne'. El título parece aludir al ocaso de una sociedad arrasada por la guerra.

Arruinado y enfermo, el «filador de oro» deja la joyería a Alexandre Soler casado con su hija, Montserrat Cabot. La saga perdurará como Soler Cabot. En 1949 escribe un poema en memoria de Luis Millet como un prólogo a su propia muerte, el 5 de enero de 1951.

Recordar a Joaquim Cabot y su compromiso civil hace aún más deleznable la delincuencia contemporánea de los Millet y Montull. Pero ésta es otra Historia. O no.

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