Riqueza olvidada y reducida a combustible
El sector forestal clama en Castilla y León por el asociacionismo de una superficie en manos privadas del tamaño de Pontevedra que carece de gestión y aprovechamiento

Cerca de la mitad de la superficie de Castilla y León es forestal y en torno a un 45 por ciento de la misma está en manos privadas. Un amplio terreno que se caracteriza por el minifundio, con pequeñas parcelas y un sinfín de ... propietarios de áreas que en buena parte en su día fueron agrícolas pero modificaron «su uso» con el «cambio de la sociedad» y el éxodo rural. Unos 700.000 'dueños' se reparten dos millones de hectáreas de superficie y se calcula que en torno a 400.000 de las mismas, el tamaño de toda la provincia de Pontevedra, no están sometidas a ningún tipo de gestión ni aprovechamiento. Una porción de monte que le corresponde a similar número de propietarios, que de media no posee cada uno ni un campo de fútbol. Esta particularidad marca una «atomización» que hace «inviable» su «aprovechamiento» por su baja «productividad».
Y es que «no es rentable» para una empresa que realice labores de tratamientos selvícolas trabajar sobre parcelas pequeñas, explica la gerente de la Federación de Asociaciones Forestales de Castilla y León (Fafcyle), Olga González. Y si accedieran tendrían que ofrecer unos presupuestos que no podrían ser compensados por los dueños de las propiedades. Además, determinadas actuaciones requieren infraestructuras, por ejemplo, de depósitos de agua o sendas, y un entorno adecuado que no eche por tierra su actividad. Como de forma individual no es factible, la agrupación lleva años instando al asociacionismo, a que todos esos dueños de terrenos de un par de hectáreas se unan y actúen como si fueran sólo uno.
Todo ello en aras del rendimiento económico y de la máxima de que el aprovechamiento de los espacios forestales es básico en la política de prevención de incendios. La mitad del territorio forestal es de titularidad pública, sobre todo autonómica, y se gestiona en buena medida. Con el aumento de la contratación recientemente pactada entre Junta y sindicatos se aumentarán las labores preventivas. Sin embrago, sin asociacionismo no sería «viable» en términos privados. Con la experiencia de un verano histórico en el que no se ha batido récord de superficie quemada pero sí del volumen de espacio arbolado arrasado por las llamas, estos cuidados son «claves».
El espejo
Así, el reto que se ha marca el sector es la alianza para batir al minifundio entre la propiedad privada, a la que se anima a inspirarse en experiencias ajenas. Valga de ejemplo Galicia, donde cerca del ochenta por ciento de la superficie forestal está en manos privadas. Con una situación más gravosa que en la Comunidad se ha visto forzada a actuar y es el espejo en el que mirarse. Su planteamiento son las aldeas modelo, que procuran una «reorganización forestal» que fomente el retorno rural. En estos espacios el aprovechamiento es diverso. Depende de la naturaleza de cada terreno, algunos se dedican al viñedo, otros crean nuevos espacios para el pasto... Su denominador común es buscar un emprendedor que lo explote.
No se trata, así, sólo de concentrar parcelas sino también de «buscarle un uso y que tenga un sentido», ya sea resinero, de viñedo o de frutos del bosque, opción por la que han optado en El Royo, en la provincia de Soria. El fin es «conseguir que vuelva a tener vida» el espacio forestal y las localidades que beben de él a través de la explotación de estos espacios que pueden generar actividad por sus frutos o por la madera en sí en tiempos de alza de la biomasa en plena crisis energética. La «bioeconomía», apunta González, es una «oportunidad» para esa España Vaciada rica en un patrimonio verde que últimamente solo brilla a través de las llamas de los incendios forestales.
Precisamente un fuego fue el origen de otra alianza que se toma ahora como referencia. Se remite a abril del año 2017 cuando una quema de rastrojos desbocó un incendio en el término municipal de Nieva, en la provincia de Segovia. Desde la asociación provincial se impulso la venta de madera de forma conjunta, lo cual fue todo un «reto». Algunos propietarios descubrían entonces su herencia, otros no tenían claras las lindes de sus terrenos ya que existía un catastro antiguo y otro actual. La iniciativa dio pie a su continuidad en las tierras que no alcanzó el fuego, en este caso para labores de prevención. De esta forma, donde antes había un pinar sin accesos, ahora «hay sendas, se puede resinar» e incluso se está apostando por otra especie, el pino piñonero. Y si el fuego vuelve, la adecuación de espacio reducirá su voracidad, las llamas no subirán a las copas ni hallarán una alfombra de un metro de combustible, apunta Marta Cebrián, técnico de la Asociación Forestal de Segovia (Asfose).
Para seguir esa senda de aprovechamiento, los propietarios reclaman ayudas. En el entorno concreto de la segoviana Nieva se ha recurrido a las que la Junta contempla para la recuperación tras un incendio forestal y a otra línea encaminada a la prevención de fuegos que cubren actuaciones para preparar el terreno para que si prende la llama no sea devastadora. Más allá de estas y algunas convocatorias aisladas que se pueden aprovechar, Fafcyle ve un vacío, motivado sobre todo en la ausencia de la PAC forestal.
Las ayudas del programa de Desarrollo Rural que van enfocadas a los montes «suponen un tres por ciento del total, pese a que van destinadas a un cincuenta por ciento de la superficie autonómica». «Es insuficiente», denuncian. Y más cuando se trata en muchos casos de particulares no vinculados al territorio que tienen la «sensación» de que han «heredado un problema», cuando pueden tener una «oportunidad».
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