ruido blanco
Democracia chulísima
Se nos está quedando una España ofendida y mentirosa, más de garrotazos que de abrazos
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Se nos está quedando una democracia preciosa en España. Chulísima que diría Yolanda Díaz mientas suma para restarle a Podemos. Una democracia que no deja nadie atrás, ni siquiera a los delincuentes condenados. En la que el poder ejecutivo engulle sin rubor el resto de ... poderes, donde el presidente del Gobierno es el eslabón más débil y acoge en su regazo (con aparente ingenuidad paternal) al caballo de Troya sabiendo que el enemigo se agazapa en su estómago.
Una democracia sanchista de socialismo sin PSOE para la que caducó la Transición, hubo derecha felipista y no existió Alfonso Guerra. Una en la que la portavoz del Gobierno pide sin complejos espacios de «información gubernamental» sin periodismo para regresar a la felicidad de un NODO para Tezanos. Una de convivencia en la diversidad del pensamiento único que señala a quien no piensa lo correcto. Una democracia echa tan a la medida autoritaria de cada uno que dejó de sentarle bien a todos.
Está quedando preciosa esta España verde, plural, dialogante, inclusiva, paritaria, solidaria y 2030. Una democracia de celofanes y pancartas que se vació de valores. Dice José Luis Garci que nuestra democracia «es un traje usado» con remendones en los codos y rozones en las rodillas. Un traje usado que en los últimos años ha perdido el lustre del esfuerzo, del mérito, de la responsabilidad y, sobre todo, de la ejemplaridad. Un traje pasado de moda porque ¡qué sabrían de posmodernidad los sastres de la maldita Transición! Lo chulísimo no entiende de concordia si no de castas y al diferente lo tolera en lugar de respetarlo. Una España escalofrío cuando el independentismo lleva la agenda del presidente. Ahora toca la malversación, apretaba Aragonés, y el Gobierno corría de inmediato a improvisar por qué hacía mucho tiempo que era imprescindible reformar este delito. Se nos está quedando una España ofendida y mentirosa, más de garrotazos que de abrazos. Revendida, cansada, coja y pobre. Que maldice a Colón, corrige el Tenorio, censura un pezón y ataca a Goya. Hemos estirado tanto este traje chulísimo que ya no le ajusta bien a nadie.
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