Buenas noches, vietnam
Veteranos de lo público
No hay nada más cansado que un político al que no le dan los números después de las urnas
Uno de los nuestros
Lo peor de las derrotas es no saber asumirlas con empaque suficiente. Quedarse en llorón, en guiñapo, hacerse pequeño, no llegar ni siquiera a oposición. La vida no es justa, ni es injusta tampoco, para los del drama del destino… La vida va a ratos, ... por estaciones y fines de semana y una tarde suena a Bach y otra no hay quien salga de la cama. Pero nuestra democracia es un poco más débil desde que en los partidos hay tipos con menos compostura que un párvulo cuando llega septiembre con el primer día de colegio.
Ellos, que no tienen en la cabeza que los mandatos democráticos duran cuatro años, piensan que un acta -de lo que sea- es como un título nobiliario: para toda la vida. Y creen que ser alcalde de Valladolid es como ser marqués de las Marismillas.
No hay nada más cansado que un político al que no le dan los números después de las urnas, dan ganas de extenderle la mano con dos euros para que no te explique lo dolido que está, que es lo que te cuentan todos. No hay nobleza en la derrota si una vez perdido te pones a patalear. No podría pintarles Velázquez, como en Breda, más bien tienen algo del 'bufón Calabacillas' y tal como están llevando algunos el 28 de mayo diría que de 'El grito' de Munch.
Porque el político español mendiga algo público, lo que sea, si no es una alcaldía o una diputación, al menos que le den un virreinato en la Plaza del Poniente, que lo hagan gobernador de la hora azul, gran almirante del Pisuerga. Porque no tienen vida más allá, laboral tampoco. Un alcalde que deja de serlo y no por voluntad propia, sino por imperativo de los votantes, necesita más atención que un soldado vuelto de Vietnam. Es un veterano que nunca llegará a adaptarse, en este caso, a no mandar. Se despertará por las noches con sudores fríos, volviendo a sentir la vara de mando como padecen los amputados el síndrome del miembro fantasma.
Y hay poco que hacer por ellos como sociedad, es difícil que los aguanten en el mismo tono en su casa y mucho menos en la empresa privada.
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