Dos evacuaciones en un mes: tras el fuego llega la vuelta a casa

El humo todavía marca el lugar de la tragedia. Por segunda vez en pocas semanas, las llamas consumen la provincia de Zamora con uno de los peores incendios de España que los vecinos no logran apartar de sus pesadillas

Domingo Ferrero muestra una casa de labor dañada en Escober de Tábara, Zamora, uno de los pueblos afectados C. R.

Clara Rodríguez Miguélez

ZAMORA

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Zamora ha cambiado de colores y viste de negro, negro incendio. En sus recovecos también se encuentra algo de verde, y amarillo, claro. Las hierbas crujen bajo los pies, bajo un tórrido calor que no da tregua. «Mira, yo no sé si existe el infierno, pero si existe, yo lo vi», sentencia el panadero de Ferreras de Abajo, José Vicente. No en vano, el de Losacio es uno de los fuegos más monstruosos que se han registrado en España hasta la fecha, con 31.473 hectáreas quemadas, según señaló este viernes el sistema de medición satelital Copernicus. Ahora, los vecinos retoman sus rutinas como pueden, sin haber pasado el duelo, cargados de pena y rabia, con naves quemadas, el susto en el cuerpo y dos de los suyos en el cementerio a causa del fuego.

El pasado domingo por la tarde se ponía en marcha la evacuación. 34 pueblos estaban en peligro y fueron desalojados a medida que avanzaba el reloj. Los habitantes hacen memoria: en Escober de Tábara tuvieron que marcharse en la cena del domingo; y ya el lunes día 18, la Guardia Civil pasó por las puertas de Litos poco más tarde de las 8:00 horas; en Ferreras de Abajo echaron la llave a mediodía; y en Melgar o Santa Marta de Tera no miraron mucho el reloj, pero dirían que -si el estómago estuviera atento a sus asuntos- les habría marcado la hora de comer. Para muchos, era la segunda vez que dejaban su hogar atrás en poco más de un mes, con la esperanza de que se salvase.

«El incendio de sierra de la Culebra me sobrecogió -cuenta un vecino de Escober, Domingo Ferrero-, así que justo después, empecé a reunir fotos de robles, pinares o brezos para preparar un libro de homenaje a mi pueblo», explica. Maestro de profesión, consiguió que su mujer, Isabel Martínez, también profesora, se enamorase con él de los bosques de su infancia, en los que pasan varios meses al año. «Yo que estaba agradecido porque el fuego no llegó a mi pueblo en junio… ahora lo único que me queda son las fotos», se rompe, sin poder contener un sollozo. Habla con pasión de encinas y alcornoques, de las propiedades de las mimbreras o el carácter autóctono de los alisos, todo estrechamente unido a las tradiciones y los recuerdos del pueblo.

Aunque cuenta que a Escober le quedaba algo de ganado -por ejemplo, las ovejas de los pastores Demetrio y Eugenio, así como las del ahora fallecido Victoriano-, nada que ver con el efecto de las cabras y rebaños que pastaban en los viejos tiempos o con el de la tradicional «poda redonda», así que la flora había crecido sin control. Y si por algo se distinguen las jaras es por su inflamabilidad. En silencio, los árboles empiezan a caerse. Sus ramas, raíces y troncos están heridos de muerte.

Pedro Morán, un vecino que se jacta de no haber salido de Escober «más de 24 horas seguidas», refleja la impotencia de los agricultores, que no habían podido cosechar los días anteriores precisamente para evitar riesgos ante las sofocantes temperaturas. Cuando comenzó el fuego, este constructor llamó por teléfono a uno de sus paisanos. «Le pregunté si había cosechado sus tierras en San Martín, y cuando me dijo que no, le respondí: '¿Y no te has enterado de que va a arder? Si lo hubiesen recogido dos días antes, se habría salvado», asegura, apenado. Y, con Domingo, subraya que deben a «los jóvenes, que lo han defendido, sin medios, pero con una voluntad de hierro» que el pueblo se mantenga en pie.

«Sonaba como un volcán»

Se encuentra idéntico agradecimiento a los voluntarios en toda la comarca, en la que muchos se arremangaron y decidieron quedarse. También a los que alojaron a los evacuados, que los tuvieron «muy bien atendidos», valora Argimiro González. En Litos todavía «sueñan con el fuego», como en una pesadilla que las vecinas comparten al salir a comprar el pescado a la furgoneta ambulante. «El sonido era terrible, como el de un volcán. Dejamos hasta las camas sin hacer», ejemplifican Rosa, Isabel y Evangelina. «Cuando nos desalojaron esta vez, pensé: 'Ya estamos otra vez perdidos', pero fui más tranquila», recuerda Ludivina Alonso, que se lamenta. «¿Cómo han dejado que pase para allá? Lo vimos desde lejos, pero no esperábamos que llegase, brincó ahí y ya ardió toda la ladera», señala, mientras apunta al recorrido negruzco, por todo un flanco de Litos. «Está todo a 'corros' quemados», añade Argimiro. A pesar de los esfuerzos, ardieron hasta los cardos, y en muchos puntos, la carretera tiene estrías achicharradas. Las colinas visten una capa fantasmagórica y humeante, que restalla en remolinos de ceniza.

El mismo reproche se repite en cada pueblo: falta desbroce y que «encima te denuncien por quitar unas ramas». Pero no es lo único que los zamoranos echan en cara a la Junta regional y al Gobierno: el «cabreo» abarca desde la contratación del operativo hasta saber qué va a pasar con los animales salvajes supervivientes -entre ellos corzos o jabalíes- sedientos y sin apenas comida.

Los incendios de Zamora / 2022

Sierra de la Culebra

Inicio el 15 de junio

25.000 hectáreas

Losacio

Actual

31.000 hectáreas hasta el momento

5 km

Calzadilla de Tera

Olleros de Tera

Pumarejo de Tera

Vega de Tera

Villanueva de las Peras

Junquera

de Tera

Santa Croya de Tera

Villanueva

de Valrojo

Santibáñez

de Tera

Codesal

Otero

de Bodas

Villar

de Ciervos

Santa María

de Valverde

Boya

Litos

Valverde

Ferreras

de Arriba

Ferreras

de Abajo

Bercianos

de Valverde

Mahide

Sarracín

de aliste

Pobladura

de Aliste

Tábara

Sesñández

de Tábara

San Martín

de Tábara

Riofrío

de Aliste

Incendio activo

Ferreruela

Olmillos de Castro

Losacio

30km

Fuente

Copernicus

ABC

Zamora

Los incendios de Zamora

de 2022

Incendio activo

30km

Zamora

Losacio

Actual

31.000 hectáreas quemadas

hasta el momento

Pumarejo de Tera

Villanueva de las Peras

Santa Croya de Tera

Santibáñez

de Tera

Santa María

de Valverde

Litos

Valverde

Ferreras

de Abajo

Bercianos

de Valverde

Tábara

Sesñández

de Tábara

San Martín

de Tábara

Ferreruela

Olmillos de Castro

Losacio

Sierra de la Culebra

Inicio el 15 de junio

25.000 hectáreas

quemadas

Calzadilla

de Tera

Olleros de Tera

Vega de Tera

Junquera

de Tera

Villanueva

de Valrojo

Codesal

Otero

de Bodas

Villar

de Ciervos

Boya

Ferreras

de Arriba

Mahide

Sarracín

de aliste

Pobladura

de Aliste

Riofrío

de Aliste

Fuente

Copernicus

ABC

En Ferreras de Abajo los moradores pasaron parte de su primera noche de vuelta en casa poniendo bebederos «como pudieron», dicen. En el bar del pueblo, casi parece una tarde normal de jueves de verano. Hay gente que toma algo, se juega la partida. Pero a las 20:30 horas tienen entierro, el de Daniel Gullón, el brigadista que murió en acto de servicio. Y ese dolor hace que se sientan más «enfadados y abandonados» si cabe.

«Estamos aquí que nos subimos por los árboles, por los pocos que nos quedan», expresa Rosamari, que comparte mesa con varios vecinos. Se han quedado sin ingresos por madera o caza o sin cobertura. «No hay derecho a que los 'politicuchos' no se pongan de acuerdo y haya falta de coordinación como la que aquí ha habido», condena. En este segundo desalojo, estaban más inquietos que cuando se fueron, a mediados de junio. «Ha sido más peligroso, qué coño, ¡entró en el pueblo! Había razones para evacuar», completan varias voces. En un banco solitario de otra parte del pueblo, Miguel sólo mira a la sierra, y no encuentra palabras, pero no hace falta. Su expresión melancólica ya lo dice todo.

Un vehículo del operativo atraviesa la carretera en una de las zonas afectadas por el fuego C. R. M.

«Primero te cabreas, luego te entristeces… son fases», opina Paquita. Las naves a la puerta de Melgar de Tera aparecen saqueadas por el fuego, semicalcinadas o solo arañadas, donde hubo más suerte. Ella sabe que ha perdido una, pero le importaba más la casa. La finca familiar es la vivienda más expuesta del pueblo, a pocos metros de un par de pinares. «Ese parecía una bola de fuego, más tremendo no podía ser». Así que se quedaron. Vinieron de Santa Croya y Olleros a ayudarles, con mangueras, y salvaron los muebles, literalmente. Y, más o menos, las viñas. Otros no tuvieron esa suerte. «Sólo espero que de los errores se aprenda», resume.

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