Vicente Á. Pérez - Corazón de león

Y la mina murió..

«Los políticos, por aquello de los votos, han alimentado durante años esperanzas vanas, a base de subvenciones y de promesas que sabían que nunca podrían cumplir»

Vicente Á. Pérez

Se ha resistido durante lustros, ha soportado embates políticos y económicos desde principios de siglo, se ha rebelado ante las adversidades, pero a la minería leonesa le ha llegado la muerte , la definitiva, pues muerta llevaba muchos años atrás y sólo las subvenciones que enviaba Europa la mantenía como el oxígeno al agonizante. Hoy vendría a cuento el ya irritante tópico de «una muerte anunciada» si no fuese porque tal anuncio se quedó sin eco de tanto proclamarse. Años, lustros, sí, llevaba la mina consciente de su final, dictaminado por l as políticas medioambientales de la Unión Europea , pero continuó en su huida hacia adelante, o sea, hasta que la muerte fuese el final, para aprovechar y exprimir las ayudas económicas; pero la paciencia y los euros de la ubre comunitaria han dicho basta. El finiquito de Bruselas es claro: ahí tienen las empresas mineras 2.130 millones de euros para «paliar las repercusiones sociales y económicas» del cierre de las veintiséis explotaciones de carbón no productivas en España; o sea, todas, en su gran mayoría, leonesas.

Que la minería del carbón, la pública y la privada, no era, ni lo sería en el futuro, competitiva, se corroboró en la planificación aprobada en 2010. Pero ni entonces ni antes hubo políticos nacionales, autonómicos, provinciales, comarcales, municipales…, que propusieran con firmeza alternativas de supervivencia económica y laboral para las gentes y las localidades que antaño creían que el carbón era la vida eterna. Los políticos, por aquello de los votos, han alimentado durante años esperanzas vanas, a base de subvenciones y de promesas que sabían que nunca podrían cumplir. Y aquí no se salva nadie: ni el PSOE , cuyo último presidente de Gobierno, el leonés Zapatero, llegó a prometer un parador de turismo en Villablino, hasta el PP , que ha dado largas sabedor de que Bruselas tenía la llave del cierre de las minas; incluso esos partidos ahora llamados emergentes, tales como Podemos o Ciudadanos , que en campaña electoral pasaban de puntillas por las zonas mineras como quien pasa por un campo de minas: con temor y terror a meter la pata.

Salvo las previsibles huelgas, manifestaciones, marchas negras…, habituales de unos sindicatos que encuentran en estos trances el altavoz de su existencia, la muerte de la minería no tiene vuelta atrás. Ha sido larga la agonía hasta que el pozo minero se convirtió en un pozo sin fondo para los millones de euros en él depositados durante lustros. La última subvención es de 2.130 millones, ha dicho Europa. Y lo ha dicho tan en serio que los partidos políticos, las comarcas mineras, e incluso los sindicatos populistas, deberían ponerse, por fin, manos a la obra para revitalizar esas tierras acostumbradas a vivir del carbón que se acaba, que se muere, que ha muerto. ¡Ojalá que todos tomen conciencia de que hay vida más allá de la mina!

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