Ocio

Un viaje por la historia del cartelismo

El Museo de la Pasión de Valladolid acoge la exposición «El artista y el cartel. De Picasso a Andy Warhol»

La exposición podrá verse hasta el próximo 12 de junio F. HERAS

H. D.

A finales del siglo XIX comenzaron a diluirse las fronteras entre las distintas disciplinas artísticas. Así, las artes gráficas , sobre todo las relacionada con la cartelería, comenzaron a interesar a los grandes artistas de la época. Toulousse-Lautrec o Pierre Bonnard , en Francia, o Alphonse Mucha -primero en la República Checa, su lugar de origen, y más tarde también en Francia- eran solicitados para realizar los carteles que anunciaban exposiciones universales o el último montaje teatral o de cabaret del momento.

Éstos son sólo algunos de los creadores representados en la exposición «El artista y el cartel. De Picasso a Andy Warhol», que desde ayer y hasta el próximo 12 de junio se puede ver en el Museo de la Pasión de Valladolid . En total, la exhibición reúne una selección de casi un centenar de obras de las más de 20.000 que integran la colección personal de Joseluis Rupérez, un promotor de conciertos -fue mánager de grupos como la Orquesta Mondragón, Manolo Tena, Los Rodríguez o Miguel Ríos- que desde hace 30 años se enganchó al coleccionismo de carteles realizados por artistas. En las paredes del museo vallisoletano aparecen colgadas piezas de Chillida, Miró Lichtenstein, Koons, Keith Haring , Warholl, Picasso Chagall o Matisse, entre otros muchos. De hecho, estos tres últimos artistas firman los carteles que presiden la exhibición.

El artista por encima del mensaje

Fechados en los años 1947, 1962 y 1966 , responden a tres encargos realizados por el patronato de turismo de la Costa Azul francesa para promocionar la zona como destino vacacional. Pero los anuncios que se pueden ver a lo largo de la exhibición no sólo se centran en el sector turístico, sino que abordan las más diversas temáticas, desde el deporte, hasta la política o la cultura -como el cartel que Sol Lewit realizó para el Festival de Cine de Nueva York en 1987-.

En este viaje por la cartelería se puede constatar, a juicio del coleccionista, cómo mientras al principio el artista estaba al servicio del mensaje, siempre con una interpretación propia y libre --los creadores encontraban en el cartel una libertad que a veces no conseguían en otros formatos más ortodoxos- con el paso del tiempo la firma del artista «prescribe tanto o más que el mensaje que anuncia».

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