Fernando Conde - Al pairo

Viaje de Comunidad

«Con inteligencia, sobre todo emocional, se están tendiendo puentes firmes que unen el Pisuerga con el Bernesga»

Al decir de Ridruejo , la lealtad verdadera / es bajarse del burro / y desmontar la quimera. Y de eso, de lealtad, parece que en esta santa tierra que va de Castilla a León por fin hemos empezado a poner algunos cimientos. Cimientos para los que, por cierto, no había ni zapatas hasta hace nada. Desde que Castilla y León tiene carta de naturaleza jurídica, lo único que se ha fomentado entre las dos principales capitales de la Comunidad ha sido la ruptura y la distancia; y a ello han contribuido necesariamente varias causas: la desidia a la hora de asfaltar a doble vía las relaciones entre la una y la otra, el interés espurio de unos cuantos políticos provincialistas (con aires providencialistas) por mantener la silla y no bajarse del burro (Ridruejo dixit) y, sobre todo, una más ficticia que real rivalidad histórica entre vallisoletanos y leoneses .

Pero de un tiempo a esta parte parece que hubiera empezado a desmontarse la quimera. Parece que las cosas estuvieran cambiando. Y como las ciudades son las mismas, la carretera también -que ya nos vale la bobada- y el clima, aunque algo travestido, sigue siendo igual de riguroso en el Húmedo que en Cantarranas , pues a lo mejor va a haber que echarles la culpa de este drástico cambio -a mejor- a las personas. Porque es evidente que en los últimos tiempos y, por encima de diferencias políticas, Valladolid y León han acortado distancias como municipios y también como provincias -y eso que a la de León hay que echarle un galgo para recorrérsela entera-. Pero sí, la comunicación entre la Legio y el Oletum se ha establecido -que no restablecido- y fortalecido vigorosamente. Y ello hasta el punto de que a la confrontación le ha quitado el sitio la colaboración, al desprecio la estima y a la patada el abrazo.

Con inteligencia, sobre todo emocional, se están tendiendo puentes firmes que unen el Pisuerga con el Bernesga . Se están anudando lazos de cercanía, de estrechura, de un quid pro quo que, a poco que se esfuercen, debería dar pronto sus frutos. La pregunta es por qué hemos tenido que esperar 35 años para verlo. Y aunque ya advierte el refrán que nunca es tarde si la dicha es buena , habrá que agradecer el trabajo y el empeño de quienes lo han propiciado. A ver si de una vez por todas aparcamos el provincialismo absurdo y nos montamos en la Comunidad, para emprender viaje.

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