Fernando Conde - Al pairo

El AVE vertebrador

«En Castilla y León persiste la deuda infraestructural y comunicativa con el noreste del territorio»

Quizá sea el AVE uno de los elementos que mejor retratan la inmediatez de nuestro tiempo. Vivimos en un «ipsofacto» que apenas nos deja tiempo para pensar en lo rápido que vivimos. Lo urgente se ha convertido en perentorio y lo rápido en instantáneo . Nos hemos acostumbrado ya a lo vertiginoso de la luz, y todo es avanzar y avanzar sin mirar atrás. Y lo peor es que, al que para, la vida lo arrolla. A don Ramón de Campoamor el tren se le asemejaba a una sierpe que sale de su nido, cuando aquel dejaba atrás una estación, y a un león con melena de centellas, cuando cruzaba los campos. Y uno se imagina lo que pudo ser para aquellas gentes decimonónicas la irrupción del ferrocarril en sus vidas. Moverse a una velocidad nunca vista antes y subirse en un vagón de aquellos tiempos con la sensación de vértigo que produciría desplazarse a cincuenta o sesenta kilómetros por hora. Muchas décadas después, en la posguerra, realizar un trayecto de poco más de cincuenta kilómetros para abastecer de productos los puestos del mercado (esa es la distancia que separa Castronuño de Valladolid , por ejemplo, se empleaba un día y medio a paso de mulilla . Aquellos viajes de provisión convertían en toda una aventura lo que hoy da para escuchar poco más que un informativo en la radio. Los tiempos avanzaban que era una barbaridad.

El AVE tuvo su primera llegada a Valladolid y Segovia en 2007. Y en 2015 lo saludaron por fin Palencia y León . El AVE es sin duda el factor que más ha transformado la sociología de una ciudad en los últimos treinta años. Bien es cierto que la transformación no ha sido tan importante como se esperaba en ciudades como Valladolid. Porque, en la del Pisuerga, lo que iba a suponer un rediseño casi completo de la urbe se ha quedado, de momento, en poco más que un retoque de chapa y pintura. Pero no se puede negar que la llegada de la Alta Velocidad a estas cuatro ciudades ha modificado, como poco, la percepción del tiempo y la distancia, y ha generado nuevos hábitos de uso y, en algunos casos, incluso, nuevas formas de vida y residencia. Falta, sin embargo, bastante por hacer. En Castilla y León persiste la deuda infraestructural y comunicativa con el noreste del territorio. Un tajo incomprensible a estas alturas y que no permite, al menos de momento, ni soñar con la tan soñada vertebración del territorio. Y es que para vertebrar hay que tener o construir columnas vertebrales, y en algunos casos ni están ni se las espera . El AVE hubiera sido, como poco, un buen gesto y un sustituto vertebrador. Lástima que ni se haya planteado. Feliz Navidad.

El AVE vertebrador

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