Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos
El vermú útil
«El personal se obceca en reflexionar en Twitter, en voz alta, como si les fuera el sueldo en ello y no veo a la gran mayoría en las listas de ningún partido»
La elección más compleja este domingo es dónde tomar el vermú, que es la única forma de reflexionar de verdad que se me ocurre. El personal se obceca en reflexionar en Twitter, en voz alta, como si les fuera el sueldo en ello y no veo a la gran mayoría en las listas de ningún partido. La gran ventaja de España y que todavía tiene que exportar a los países que salieron de su historia, es la de servir alcohol durante la jornada de reflexión. En México impera la ley seca durante la jornada y así no hay quien reflexione. Mucho menos quien sea civilizado. Con un vermú se reflexiona mejor. Y con dos -o tres- se sobrellevan las dosis de moralina de todos los que piden ir a votar únicamente contra los otros, que es el guerra civilísimo de Twitter.
Un domingo al sol es una democracia perfecta. Mañana, con los escrutinios ya completos y un gobierno en ciernes, volveremos a las imperfecciones. Pero este rato, con este sol de mayo en abril y el periódico recién salido del horno, todo es posible. Una terraza desde la que ver ir y venir a la gente de sus cosas de domingo, que suelen ser las más importantes. Los domingos de sol y misa las señoras atan a los perros en las barandas, a la puerta de la iglesia. Ahí espera el animal a que lo roben o a que el cura termine de oficiar, sin escaparse ni nada, mirando a duermevela. Yo los veo y ellos me miran con la mansedumbre del domingo. Pero hoy los perros, sin vermú y a la solana, suplicarán que los roben por no tener que esperar a la puerta del colegio electoral, que dicen los expertos que hay mucho indeciso y eso alarga las colas una barbaridad.
Y como hablar de política en vez de reflexionar está feo, ayer me escapé a la Feria del Libro Antiguo. El verdadero estoicismo está en irse sin comprar ningún volumen. Allí escuché a un señor preguntándole a un librero si tenía la Constitución. Al principio pensé que era una broma y el librero, en las mismas, le miró con cara de póker. Como indagando sobre si el tipo tenía pinta de tener que presentarse a algún examen de ciudadanía para conseguir los papeles. Al menos si hubiese preguntado por la de 1812… La escena habría resultado más normal. Paradójicamente entendí que, la Constitución, para muchos es un libro de viejo. Al sol del sábado envejecen los libros un poco más en los puestos y la Constitución reverdece los domingos electorales. Un domingo como este donde precisamente lo que se decide es si la Constitución es un libro de viejo o no.