Antonio Piedra - No somos nadie
¡¡¡Verguenza!!!
«Jorge Guillén publicó desde el exilio, un libro singular titulado Maremágnum. Aquí hablaba de conciencia, de humanismo, de democracia, de libertade»
El gran poeta vallisoletano Jorge Guillén publicó desde el exilio, hace ahora 60 años, un libro singular titulado Maremágnum. Aquí hablaba de conciencia, de humanismo, de democracia, de libertades. O sea, de ética frente a una España sacudida entonces por la dictadura franquista, y una Europa traumatizada por el nazismo y el comunismo. El poeta denunciaba los hechos, elevándolos a categoría poética, con la esperanza de que jamás se repetiría semejante bestialidad. 60 años después, han vuelto con otros nombres los dictadores, el terrorismo, los gulag, los campos de exterminio, y las sociedades subyugadas a toque de corneta. Una vergüenza hacia la nada que nos lleva de nuevo a un callejón sin salida.
Ahí tenemos como ejemplo el de Venezuela -con cantidad de castellano y leoneses atrapados entre el tiroteo y la injusticia-, donde las democracias europeas callan como rameras, y en donde la democracia española vuelve a envilecerse, como escribía Guillén, ante un «lujo de uniformes» que «donde ponen la bala está el error» y el horror. Una vergüenza de pragmatismo corrupto con un disfraz que miente con tal energía que aboga por un diálogo estéril -es lo que propuso el viernes pasado el diputado cunero por Palencia y portavoz del Gobierno, señor Méndez de Vigo y de Caracas- para dar salida airosa a la tiranía de un narco-estado como el de Venezuela. Vergüenza de panaderos blanqueando una criminal harina.
Así que Maduro -un tirano e impostor de cemento armado- está felicísimo con estas democracias que tan augustamente lo sostienen, amparado por una ONU que espolvorea sus crímenes como oro molido, y bendecido urbi et orbi -«Dios es con Nos el eje», escribía Guillén- por un Papa populista. Algunos incluso envidian al sátrapa y ven con buenos ojos que ponga bozales en las bocas, que se pudran en las cárceles del régimen los oponentes, que se repriman criminalmente las manifestaciones, que se asesine a indefensos ciudadanos por pedir libertad y dignidad, y que perezca de hambre todo un pueblo mientras lo saquean a cielo abierto. A esto lo llamaba Guillén en su libro un «repertorio fino:/ engaño, tortura,/ muerte en el camino/ más que cárcel dura». O sea, vergüenza de humanidad emperejilada.
La blandenguería e hipocresía cómplices de los políticos españoles con la dictadura venezolana, han comisionado todos a una al infame Zapatero -el falso leonés que hoy aparecerá en la campa de Villalar para reivindicar no sé sabe qué escabechina-, para asesorar al sátrapa como denunciaba Guillén: «Que mande/ sosteniendo aquel Orden: su desorden,/ sus bandos,/ sus chanchullos patrióticos./ La tiranía avanza/ con excluyente fuerza/ sobre miles y miles de caídos». Qué vergüenza de gobiernos, de dirigentes, de políticos vendidos a la farsa en desfile vergonzante: «Un dos, ficción, un dos, ficción, un dos». ¡Apunten, disparen!